El Villarreal no se engancha a la zona noble. Son Moix volvió a ver al equipo débil de Eibar. El Mallorca, un recién ascendido, no tuvo que forzar mucho para ganar holgadamente a un rival con presupuesto y mimbres para pelear por Europa (3-1). Peor que perder es hacerlo como ayer, sin casi poder de reacción y víctima de un fútbol lineal de movimiento horizontal del balón inofensivo y plano en ataque. Ni la inoperancia del VAR sirve como excusa ante el error del primer penalti que provocó el 1-0. Otra vez un Submarino sin identidad y previsible a domicilio. Y el calendario que llega no es, precisamente, fácil. Una derrota que duele más por las formas que por el fondo, aunque con esta Primera División tan igualada, cualquier tropiezo te sitúa en posiciones incómodas. Javi Calleja sigue intentando armar un bloque, pero continúa topándose con la irregularidad de sus jugadores.

Si tienes el balón y no sabes qué hacer con él, no te sirve de nada. Si sabes que el rival se encierra en su campo, junta las líneas, deja pocos espacios y no sabes hacerle frente con los mecanismos para hacerle daño, significa que los informes del rival no te han servido para nada. Si has estudiado al Mallorca y conoces que te puede generar peligro a la contra y te sorprende así en las primeras acciones del partido, es señal de despiste colectivo máximo. Y si existe un sistema de videoarbitraje para subsanar y corregir lo que el árbitro no puede ver o se equivoca, ¿por qué sigue errando como si no hubiera cámaras para enmendar los fallos? La acción del primer penalti a favor del Mallorca, en el minuto 10, sigue alimentando la leyenda negra sobre los criterios --o, mejor dicho, la falta de los mismos-- y aquello de que el fútbol vive mejor con la sombra constante de la duda.

Pero ni la mala aplicación del VAR, aunque volvió a perjudicar por segunda semana consecutiva a los amarillos, justificó la pobre imagen ofrecida durante gran parte del primer tiempo. El Villarreal presentó síntomas de descordinación entre líneas, no fue un bloque compacto y se mostró muy débil defensivamente, todo condimentado con no saber qué hacer con la pelota en ataque, lo que todavía resulta más incomprensible con la acumulación de talento que atesora.

Calleja había advertido del estilo del Mallorca. Conocía perfectamente los puntos fuertes y débiles del contrario. Incluso fortificó el carril izquierdo para dotarlo de más capacidad defensiva cambiando a Rubén Peña, dejando a Xavi Quintillà en el banquillo y alineando a Mario Gaspar en el derecho. Con todo, Takefusa Kubo fue la pesadilla del Villarreal.

¡VAYA INICIO! // A los 23 minutos, el Mallorca ganaba 2-0 merced a dos penaltis, uno de Vicente Iborra a Kubo y otro de Sergio Asenjo por derribo al delantero bermellón como culminación de un contraataque que sorprendió al sistema defensivo groguet, el primero mucho más que dudoso y confirmado incomprensiblemente por el VAR sin revisión del colegiado Del Cerro Grande.

El Villarreal echaba de menos el liderazgo en el centro del campo, situación que se repite cuando Cazorla no halla la inspiración, pero sobre todo descaro en el uno contra uno para encontrar espacios en la acumulación de jugadores del Mallorca delante de Manolo Reina, portero local.

Solo en los minutos finales el equipo de Calleja presentó sus credenciales. Tuvieron que pasar 37 minutos para que Zambo Anguissa rematara a puerta con peligro y Gerard Moreno ofreciera una acción individual de talento para dejar un balón atrás que Mario no supo aprovechar. El 2-0 al descanso obligaba a tomar decisiones contundentes.

Calleja echó mano de sus dos futbolistas con más desequilibrio: Samu Chukwueze y Javier Ontiveros. El interruptor que activó el técnico dio luz por unos minutos, pero la bombilla se le fundió al Villarreal muy pronto.

EL TERCER PENALTI DEL DÍA // Del Cerro Grande, de penalti fácil, sancionó con el tercero de la matinal un claro agarrón de Raíllo a Gerard Moreno en el área. Santi Cazorla acortaba distancias con casi toda la segunda parte por delante. Sí, se podía, pero la ilusión duró poco más de un minuto. Kubo enfrió cualquier amago y, a continuación, conectó un tiro desde la frontal del área, mal defendido una vez más, y llegó el 3-1. Mazazo fuerte para un Villarreal que se había levantado y reaccionado tímidamente tras una primera parte indigna de un aspirante a Europa y que se enfrenta a un recién ascendido.

El Villarreal continuó con esa posesión de balón que datifica tiempo de posesión para las estadísticas pero no escenifica ni dominio del partido ni sensaciones reales de poder ganar el mismo.

El Mallorca jugaba a un ritmo y una intensidad distintas. El Villarreal, con ese tran-trán cansino, de corte horizontal y con mínima profundidad. A Calleja le falló el plan de fútbol global, pero también la carta de la acción individual de alguno de los jugadores brillantes que tiene en nómina.

La sensación de inconsistencia y de ausencia de competitividad acompañó a un Submarino que ofrece la imagen de un equipo irregular, que juega a rachas y que desaparece durante amplias fases del duelo. El Mallorca no sufrió con el 3-1 a favor y mostró más ganas de querer más que un Submarino plano, inconexo y ofreciendo síntomas de agotamiento psicológico, como si no estuviera convencido de su idea y con lagunas de personalidad.

SIN VICTORIA 300 // Los amarillos no dieron la sensación de poder ganar... ni tan siquiera empatar. La victoria 300 en Primera se ha convertido en un muro difícil de derribar. El Villarreal sigue sin dar la talla lejos de la Cerámica: cinco derrotas y dos victorias. Pero peor que los números son las sensaciones. Llega el parón de LaLiga, tiempo para la reflexión.