Vuelta al pasado. Regreso al drama. España emprendió un traumático viaje hacia ninguna parte en un Mundial que empezó de mala manera (a 48 horas del debut era despedido Julen Lopetegui y entraba Hierro) y terminó todavía mucho peor.

Eliminada por una rústica Rusia, un equipo del montón, que sí tuvo un plan para echar a la selección española a la calle en los octavos de final. Sucedió en la tanda de penaltis, donde Akinfeev se transformó en el héroe nacional de la selección anfitriona con dos paradas monumentales (una a Koke y otra a Iago Aspas).

NI ESTILO, NI FURIA, NI NADA // El camino quedó trazado hace unos años. Pero se fueron alejando, poco a poco, de manera que creían imperceptible, como que no lo sentían suyo. Ni tampoco apostaron por regenerarlo. Se acabó España. Se acabó en una caída escandalosa que certifica un fracaso sin excusa alguna. El problema real es qué será de ella ahora. La selección firmó un duelo miserable que certifica su también miserable Mundial. Cuatro partidos, tres empates (Portugal, Marruecos y Rusia), con un solo triunfo: 1-0 a Irán con un gol de rebote.

Así se escribe el relato de una selección que dilapidó el tesoro más grande que tenía: un estilo de juego. Ahora se debatirá sobre todo eso sin reparar en que cuanto más se ha alejado del balón, peor ha sido su condena.

RETRATO DE LA DECADENCIA // No le vale ni la excusa, ya histórica también, del penalti que pidió (y no fue señalado) a Ramos. Nada de eso vale de coartada para un equipo que no tuvo tampoco portero. De Gea no paró ni un penalti en un desastroso Mundial.

De inicio a fin. Extremadamente impotente y frustrante resultó el juego de España hasta derretirse en el Luzhniki, el estadio donde se despidieron para siempre de la selección mitos como Iniesta (suplente con Hierro en una decisión que perseguirá al técnico por los siglos de los siglos) y Piqué, cuya mano alzada en el penalti ruso tampoco podrá olvidar. Ni le dejarán que la olvide porque lo fácil es apuntar a ese brazo y olvidar los defectos estructurales de verdad.

España se va de Rusia como llegó, haciendo tal estrépito que las heridas tardarán meses y meses en curarse. Si sanan, claro. En Moscú estarán siempre las cenizas de una selección. Y de todo una época. Rusia, que ocupaba el puesto 70 del ránking de la FIFA antes de empezar la Copa el Mundo, la echa a la calle. Ante el primitivo juego ruso no tuvo respuesta alguna, cayendo una y otra vez en la mediocridad.

Baño de realidad // El partido fue el espejo del alma de una España rota y desequilibrada, por mucho músculo que quisiera meter un seleccionador que apostó por el hierro y transformó a la selección en mantequilla. «¿Mi futuro? Eso es lo que menos importa ahora», dijo el técnico que llegó a Krasnodar como director deportivo, con traje y corbata, y dirigió a España durante cuatro encuentros de un lamentable Mundial en Rusia.

Lamentable porque fue de más a menos, incapaz de corregirse. De error en error hasta una caída colosal para volver a ser la España de antes. Aquella que veía las semis por la televisión. Ahora ni tan siquiera se llega a los fatídicos cuartos.