A dos jornadas del final, los números dicen que el Villarreal cuenta con un 98% de posibilidades de sellar, por quinta temporada consecutiva, su pasaporte europeo, pero le falta ese poco, una victoria (en realidad, dos puntos). El Submarino tiene una ‘Euromisión’ en Riazor (18.30 horas).

Deportivo esta tarde y Real Madrid en siete días son los últimos escollos. El Villarreal depende de sí mismo. Si cumple hoy mismo, de poco le importará lo que suceda a la misma hora en el Getafe-Atlético y en el Betis-Sevilla, aunque siempre quedará la última jornada para ver en qué posición acude a la próxima Europa League, si como quinto o sexto (los amarillos tienen un 29% y un 53% de opciones, respectivamente), o como séptimo (16%), en cuyo caso estaría abocado a pasar tres rondas, un tortuoso camino que arrancaría a finales de julio.

El Submarino dejó pasar ese match-ball, noqueado por el pobre arranque y la efectividad del campeón liguero en el partido pendiente. Javier Calleja recupera a Antonio Rukavina (sancionado frente al Barcelona), que porfía con Jaume Costa en el carril izquierdo. Habrá que ver si el técnico madrileño, que había encontrado un once tipo (repetido en tres jornadas consecutivas, hasta la cita del Camp Nou, donde Pablo Fornals entró por Dani Raba), regresa a ese equipo tan definido del 4-2-3-1. La convocatoria, cómo no, prácticamente inalterable: Adrián Martín cae de la misma por el regreso del internacional serbio. Los demás, los mismos del último encuentro.

Calleja, aun sin dar pistas, enfatizó ayer, poco antes de viajar a A Coruña, que el equipo había “pasado página” del 5-1. “Supliremos el cansancio con motivación”, apostilló. Leyendo entre líneas, y aunque calificó este encuentro del todavía reciente como “totalmente diferentes”, nada hace pensar que deje a un lado la idea futbolística que ha llevado al Submarino, con el empate en el Pizjuán y las victorias encadenadas en La Cerámica frente a Leganés, Celta y Valencia, a disponer de ese “privilegio” de depender de sí mismos.

LA CURIOSIDAD

Por tercera temporada consecutiva, Deportivo y Villarreal se enfrentan en la penúltima jornada. Si en las dos anteriores eran los gallegos los que llegaban con exigencias (con un 0-2 en la 15/16 y un 0-0 en la pasada, ambos en Vila-real, los herculinos se aseguraron la permanencia), ahora son los amarillos los que necesitan los puntos. Además, visita Riazor, de uñas con los suyos, jugadores, entrenadores y dirigentes, por un traumático descenso que nadie esperaba en el arranque del ejercicio.

En la despedida ante su público, los amarillos esperan a un rival liberado que no afrontará un partido al uso. Un arma de doble filo siempre en estos casos, aunque el Submarino espera imponer su necesidad y, sobre todo, la lógica que dicta la clasificación, separados por 28 puntos, para poner un nuevo sello al afortunadamente gastado pasaporte europeo. Y, por añadidura, tener una buena entrada en las fiestas de Sant Pasqual, a la espera del colofón final, en siete días, contra el Madrid en La Cerámica.