Cuando el más grande, cuando Michael Jordan se enfundaba la mano de Dios y empezaba a derramar baloncesto, no siempre lo hacía con potencia, físico, destreza o picardía. Michael Jordan escogía muchas maneras de matar al rival, de ser el mejor, de mantenerse colgado en el aire, siempre más cerca del cielo que del parquet.

Por eso ayer, Michael Jordan cometió un error, ya irreparable. Gustándole como le gustan las motos, teniendo como tiene un equipo de carreras en EEUU, sabiendo que se lo pasaría en grande en Montmeló, Air Jordan decidió quedarse en su hotel de Barcelona, recuperándose de la fiesta que vivió, el sábado por la noche, en la discoteca Shoko, junto al hotel Arts, y descartó presenciar en vivo la carrera de MotoGP del Gran Premio de Catalunya.

Jordan, como buen amante del deporte (ahora, por lo visto, ama ya más la fiesta ¡y lo entiendo, tras lo mucho que se ha machacado!), habría disfrutado con una carrera en la medida de su inteligencia deportiva. Pero no solo hubiese babeado con la habilidad, sabiduría y estrategia del italiano Andrea Dovizioso (Ducati), que ganó cuándo y cómo quiso, sino que habría disfrutado con el coraje, la bravura y la raza que le imprimió Marc Márquez (Honda) a su carrera, tras caerse seis veces en los entrenamientos.

Jordan habría entendido, porque eso, a veces, ocurre en el deporte, que Dani Pedrosa (Honda), que partía como claro favorito, decidiese ni intentarlo «porque la rueda delantera ya me avisó en la cuarta vuelta de que no tenía agarre». Y Air también habría comprendido, esta vez con más dolor, al tratarse de otro dios y del veterano más veterano, que Valentino Rossi pelease, desesperadamente, con (o contra) su Yamaha para arañar 8 puntos (8º), que le mantienen vivo en la pomada. Lo que, tal vez, no habría comprendido Jordan es que el líder del Mundial, Maverick Viñales, acabase 10º, sumase 6 puntos y, ante la prensa, no supiese explicar qué le había ocurrido. «Bueno, sí -trató de explicar MVK, sin lograrlo-, que ha sido todo un desastre, que he temido que la rueda trasera estallase en plena recta cuando iba a 300 kms/h., que he temido lo peor, sí, y no entiendo nada. Peor aún, no me gusta nada, siempre que me destaco en el Mundial, pasa algo».

A Air Jordan le habrían encantado las explicaciones que dieron Dovizioso, Márquez y Pedrosa de por qué y cómo ganó el inteligente y privilegiado ducatista Dovi. «Hay días que no se gana por potencia y eso que mi Desmosedici es la que más corre. Días que no se gana por arriesgar a tope. Las ruedas no habrían aguantado 25 giros a saco. No he ganado por ser más valiente que los demás. Hay días que, cuando hace el calor que hacía en Montmeló, has de conservar tus ruedas. Ir pegadito a Dani nueve vueltas y, faltando ocho, pasarle y aprovechar tus neumáticos frescos para abrir hueco», así lo contó Dovizioso. «Ni Dovi ni yo corrimos a tope. No se podía. El calor y el poco agarre lo impedía. Y, sí, me temo que llevar enganchado a Dovi durante tantas vueltas, le permitió conservar neumáticos y exprimirlos al final. Fue vivo. O yo, ingenuo», relató Pedrosa. «Cuando vi que Dovi pasaba a Dani y se iba, intenté perseguirle -añadió Márquez--, pero, en cuanto vi que corría peligro de caerme, pensé: ‘Si te caes, Marc, no hace falta que vuelvas al box’. Así que paré, cogí los 20 puntitos y pensé en el Mundial».

Y Michael Jordan en el hotel.