El fútbol es un caldo de cultivo excepcional para las tópicas disculpas o comentarios de barra de bar. Y reconozco que después de tantos años de escucharlos de todo los tipos y colores, uno acaba un tanto hastiado. Que si la preparación física es una ruina, y por ello pierdes en las segundas partes, que si el entrenador es un burro porque ha planteado mal el partido -a lo mejor el portero se tragó dos goles, el delantero la pifió a puerta vacía o el defensa se la regaló al contrario--, o las rotaciones. Más de lo mismo con el último modernismo de conferir a algo tan simple como el fútbol, una aureola de secretismo e intriga que eleva una alineación o una convocatoria a la categoría de secreto de estado. Igual que aquello de que un futbolista no puede hablar el día del partido porque debe estar concentrado al máximo, cuando un piloto de fórmula uno, por citar a otros deportistas, lo hace unos minutos antes de subir al coche. El fútbol es mucho más sencillo.

Me da gracia el mimo y las excesivas comodidades a hombres hechos y derechos. Los jugadores de voleibol, baloncesto, fútbol sala, atletas... pierden, ganan, fallan, aciertan, ríen, lloran, sufren, compiten... igual sin ese manto sobrenatural que envuelve al fútbol. Y el Villarreal era una islote diferente, vivía en un hábitat alejado de divismos e influencias mediáticas y en el se trataba todo con total naturalidad. Ese era una gran parte de su secreto y buen funcionamiento. Confío en que el contagio no se extienda, sus jugadores vivan y respiren el ambiente del mismo hábitat que sus aficionados y de la provincia donde juegan y no el de 60 kilómetros de distancia, comprendan que el Villarreal no es el Valencia o el Madrid, por citar ejemplos, y sepan que en esta provincia todo cuesta mucho más. La familia es más pequeña, pero tiene corazón y siente igual que una más grande. Y el enemigo no está en casa, ni mucho menos. Siempre lo he dicho, ser del Villarreal tiene la misma grandeza que la de aquella aldea gala de Asterix y Obelix, cuya pócima mágica les hacía resistirse al poder de los romanos e invencibles ante ellos.

Esa debe ser la fe que debe mover a todos aquellos que ríen, sufren, lloran y hasta maldicen cuando se pierden partidos como el del sábado en Balaídos.

Llegué a Vigo convencido de que los partidos se ganan en el campo y que a pesar de todo lo que se había movido alrededor de la visita del Villarreal, no iba ser decisivo porque el Celta llegaba como un alma en pena y los amarillos totalmente recuperados y en alza. Y todos mis pensamientos se reforzaron con los dos goles de Ekambi y Pedraza, y los que le pudieron caer a los gallegos. Vigo rugía con fuerza desde horas antes, quizás desde varios días previos al partido. Me reí de los tópicos.

Pero Balaídos nunca perdió la fe. El Celta era, posiblemente, uno de los peores equipos que había visto este año, con una defensa ruinosa y se puso en manos de un Cid Campeador llamado Iago Aspas . Y le hizo su héroe, le subio al caballo y se amparó en él. Solo marcó un gol de penalti y uno de falta que Asenjo quizás pudo evitar. Y poco más, pero era una cuestión de fe. Nunca dejaron de creer, ni con un pie en Segunda.

Vi a jugadores llorar, hombres y mujeres chillando como poseídos, detrás de mi al chico que me había dado las acreditaciones, saltando como un loco encima de una mesa... Balaídos me hizo creer en los tópicos otra vez, como hace años, pero sobre todo a tener fe en lo que quieres. No hay nada mejor que nunca darse por derrotado.

Mañana viene el Barça. Hace 15 años, escuchaba más gente celebrando los goles del Barcelona que los del Villarreal. Eso también ha cambiado. Los amarillos serán mayoría y les animo a creer con fuerza en que se puede ganar. Esos tres puntos son vitales para la permanencia. En Balaídos, contra el Villarreal, nadie se acordó de los fallos garrafales atrás ni de que su equipo era una ruina durante 45 minutos.

Sí, es cierto, este Villarreal continúa cometiendo errores individuales garrafales, que están costando goles y puntos. Por eso, y no por capricho, Calleja cambió a la defensa de cinco tras su vuelta al banquillo. Pero ahora, la fe de la Cerámica también pude mover montañas. Prohibido bajar los brazos.

El Villarreal tiene que seguir siendo de Primera. Vuelvo a creer en los tópicos, aunque eso sí, nunca pierdo, ni perderé la fe. Ustedes, tampoco. Endavant.

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@josellizarraga