“Caballeros, enciendan sus motores”. Fue durante décadas la frase tradicional de inicio de las500 Millas de Indianapólis. Sí, hubo un tiempo que el automovilismo era para caballeros y aristócratas. Aún quedan vestigios, por mucho que el lenguaje y las maneras de niñatos como Sebastian Vettel hagan pensar que el automovilismo y la F-1 es más una pelea de taberna.

La de mediados del siglo pasado era una época de caballeros y aventureros en la F-1. Johnny Dumfries era un noble escocés que escondía sus títulos nobiliarios y se presentaba como pintor. Costeó su carrera sin recurrir a la fortuna familiar y talento no le faltaba. Por desgracia, quedó a la sombra de un Lotus volcado en su compañero Ayrton Senna. Pero su victoria en las 24 de Le Mans del 88 queda como prueba de su competitividad.

EL NIETO DE OPEL

Hasta que llegó Michael Schumacher, el noble Wolfgang von Trips fue el alemán más exitoso en la categoría reina. Dos victorias, seis podios y un campeonato que casi fue suyo, pero un gravísimo accidente en Monza, a bordo de un Ferrari, acabó con su vida y la de 14 espectadores. No podía faltar el príncipe del antiguo reino de Siam. Era rápido, ganó varios grandes premios de la época postguerra y cosechó dos cuartos puestos en el Mundial de F-1.

Rikki von Opel, el nieto del fundador de la marca, hizo sus pinitos en la categoría reina, aunque le precedía la fama de play-boy adinerado. Otros hicieron como Lord Hesketh, que prefirió dirigir el equipo y buscar a James Hunt para que se subiera al monoplaza.

Era la época de los gentleman drivers en Estados Unidos, en Europa y también en España. De hecho, el primer piloto de F-1 español, más aún, el primer podio fue cosa de un aristócrata. Alfonso de Portago.

“Fon”, como le llamaban sus amigos, era un aventurero de apuestas suicidas, capaz de competir en bobsleigh y de pilotar un F-1. Falleció el 12 de mayo de 1957 en Guidizzolo, provincia de Mantova, Italia, disputando la Mille Miglia, la popularísima carrera italiana, pero antes había dejado cuatro participaciones en F-1, siempre con Ferrari.

APELLIDOS INTERMINABLES

Debutó el 1 de julio de 1956 en Francia, y logró un total de 4 puntos del campeonato, siendo segundo en el Gran Premio del Reino Unido de 1956, un hito que solo han conseguido Fernando Alonso y Pedro de la Rosa. La FIA tendría problemas para colocar todo su nombre en las tablas de tiempos: Alfonso Antonio Vicente Eduardo Ángel Blas Francisco de Borja Cabeza de Vaca y Leighton.

Hay un austriaco, más noble aún, y con un nombre más largo. Se trata de Ferdinand Zvonimir Maria Balthus Keith Michael Otto Antal Bahnam Leonhard de Habsburg-Lorena y Thyssen-Bornemisza, a la postre Príncipe Imperial de Austria, Príncipe Real de Hungría, Croacia y Bohemia y Archiduque de Austria. Su tatarabuelo, Carlos I de Austria y IV de Hungría, fue el último emperador del Imperio Austrohúngaro y reinó entre los años 1916 y 1918.

UN JOVEN CON FUTURO

De momento, Ferdinand Habsburg, de 19 años, milita en la Euro Fórmula Open española, donde marcha segundo en su primer año en la categoría. "No creo que mi apellido me ayude en las carreras, en la pista lo único que importa es el cronómetro", cuenta a Efe el joven piloto, que llega este fin de semana a Barcelona para disputar las últimas dos carrera del campeonato. "El año que viene daré el salto a un campeonato más competitivo, la European Formula 3 o la GP3", dos fórmulas que han servido de trampolín a la F1 a pilotos de la actual parrilla como Max Verstappen o Dannil Kvyat.

”Mi padre, mis hermanas, todos me apoyan, pero, sin duda, mi mayor fan es mi madre, a ella le encanta", dice Ferdinand. Para el joven, que ha elegido una carrera profesional poco habitual en alguien de su posición, "siempre es divertido explicar a los amigos de la familia" a qué se dedica. Si al final quiere disputar la GP2 siempre podrá elegir el equipo español Racing Engineering y hablar de caza, bailes de salón y reyes en el exilio con Alfonso de Orleans, propietario y director del equipo, y primo el Rey Juan Carlos I.