Puede que muchos no vieran razón para la ilusión de Fernando Alonso. Al fin y al cabo, había clasificado 10º en el GP de Australia, más o menos, en la misma posición que los dos años anteriores con el motor Honda. Alonso no esbozaba una sonrisa por el puesto en la parrilla, sino ante las posibilidades que se abrían en carrera al disponer de un motor y un coche con el que competir. Y con eso, solo con eso, aprovechó una parada en box durante el coche de seguridad para instalarse en la quinta posición que defendió con maestría frente al impetuoso Max Verstappen (Red Bull) durante más de 20 vueltas. Ese safety proporcionó también a Sebastian Vettel (Ferrari) la posibilidad de colocarse líder, birlando a Lewis Hamilton (Mercedes) la primera victoria del año.

AHORA SÍ PUEDE LUCHAR // «Estoy orgulloso de vosotros. Ha sido mucho tiempo, un largo invierno muy duro, y ahora podemos luchar, podemos luchar», dijo Alonso por radio al acabar su carrera. Ese ahora podemos luchar es lo que le ha devuelto la sonrisa, y le devuelve al primer plano, para poder ser elegido piloto del día por las votaciones de los espectadores de todo el mundo. «Verstappen siempre es muy agresivo, muy difícil, pero este año nos podemos defender, podemos atacar…», insiste el asturiano. «Somos más rápidos en carrera que en crono. Pero vamos a mejorar. Estamos aún en el punto más bajito de la temporada, con muchas cosas que mejorar que poner a punto», explica el asturiano, contento, feliz, pero aún no eufórico.

Los Haas, la gran revelación de la pretemporada, marchaban por delante de los dos Red Bull. Verstappen y Ricciardo sufrieron en la primera parte de la carrera al elegir un compuesto de neumático más duro que el resto. Alonso, mientras, batallaba con Sainz por la 9ª posición hasta que la indisposición de Carletes (10º) --«estuve a punto de vomitar varias veces, me sentía fatal, no sé si fue un corte de digestión o, simplemente, bebí demasiada agua por una avería en el sistema», lamentó el madrileño—, le llevó a cometer un error en una frenada y adelantar su parada en boxes. Fue entonces cuando se detuvieron los Haas. Un problema con una pistola ocasionó un fallo en la tuerca en los dos bólidos. Y entonces entró el coche de seguridad y la oportunidad para quienes aún no habían parado, fundamentalmente Vettel —para ganar la carrera— y Alonso para situarse quinto. Restaban 20 vueltas con tres duelos en pista: Hamilton-Vettel (por la victoria), Raikkonen-Ricciardo (por el podio) y Alonso-Verstappen (por la quinta plaza). En los tres casos sucedió lo mismo, porque en un circuito tan difícil para adelantar, los coches que iban por delante no cedieron ni un hueco. «¿Puedo usar el modo qualy ya?», preguntó por radio Hamilton. Le dieron permiso a falta de 10 vueltas, luz verde para utilizar el modo más agresivo de mapa motor, ese que todo el mundo llama modo fiesta y que había levantado la polémica entre Hamilton y Vettel durante la clasificación del sábado.

PRECAVIDO // Y Verstappen ni siquiera enseñó el morro a Alonso. No es Kevin Magnussen al que asedió en la primera parte de la carrera hasta que un trompo le sacó de la lucha. Fue como si alguien le hubiera dicho por radio «¡ojo niño!, con Alonso no se juega. Te puede sacar los colores». Así que el español cruzó la meta en ese top-five que se fijó como objetivo cuando llegó a Australia.

La Fórmula 1 necesita que Fernando acabe arriba y batalle con los mejores, lo necesita mucho más que ese horrible Halo que ha matado las cámaras on board o a esos niños que todavía no saben por qué han sustituido a las chicas de la parrilla de salida.