David Ferrer se quitó la cinta de su pelo y la dejó en una esquina de la pista mientras recibía un atronadora ovación de los más de los 7.000 aficionados que coreaban su nombre y acudieron a ver su duelo con Rafa Nadal, el último partido en Barcelona desde que debutó en el torneo en el 2003, el mismo año que Nadal, que le aplaudía desde su silla tras ganarle por un doble 6-3.

Ferrer no ocultó su emoción. «Esa cinta es parte de mí. En ella queda mi última gota de sudor», explicaba de su gesto que hará por última vez dentro de una semana en el Masters 1.000 Madrid, donde colgará la raqueta.