Diego Armando Maradona ha vuelto para que se lo ensalce o condene, sin términos medios. El domingo debuta oficialmente como entrenador de Gimnasia y Esgrima de La Plata, un club bonaerense de raigambre popular que está por perder su categoría en la primera división del fútbol argentino. Con la llegada del mito se activó entre sus hinchas la creencia en un milagro.

El día de su presentación convocó a una multitud de feligreses en el estadio. Ya se vende un muñeco con su figura de míster por unos 10 dólares. Maradona quiso traer a Usain Bolt para que se corone como goleador. Los dirigentes le dijeron que no. Pero si la suerte lo acompaña en las canchas, la fiebre maradoniana crecerá.

"Es algo increíble lo que Maradona genera y no deja de sorprenderme", dijo Marcelo Gallardo, el entrenador del River Plate multicampeón. "Nos tenemos que enfrentar en unas semanas, lo volveré a ver y le daré un abrazo.

Cerca de cumplir 59 años, entre balbuceos y algunas dificultades para moverse, Diego demostró que es todavía un imán. Él, y solo él, con su historia de ascenso fulgurante y caídas reiteradas, es capaz de articular sentimientos que a veces van más allá de las palabras. Llegó a La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, el mayor distrito argentino, después de un paso sin pena ni gloria por el fútbol mexicano.

Gesto plebeyo

Frente a Racing Club, el segundo equipo que dirigió en su vida, con escaso éxito, y que obtuvo la última liga, tratará de demostrar que se equivocan quienes lo consideran un entrenador mediocre. El campeón del mundo de 1986 siempre tiene un gesto plebeyo en sus intervenciones. Por eso a los jugadores les pidió que "dejen todo" por salvar los honores del Lobo, como le dicen al equipo, los del propio Maradona que acudió a salvarlos y, especialmente, el de los hinchas a los que "hoy le falta para comer".

El pelusa no admite matices. Se lo adora o desprecia por sus contradicciones y agachadas. Por ahora, los seguidores de Gimnasia prefieren verlo de un solo trazo. Sus rivales históricos, los de Estudiantes, aquel equipo que disputó la final del mundial de clubs de 2009 con el Barcelona, se regodean por estas horas con los costados oscuros del astro y predicen su fracaso. Los detractores hacen fila para desnudar sus defectos. Unos se refieren al peso de su cuerpo o sus actos privados que han sido siempre públicos.

"Es cierto que Gimnasia está cerca de irse al descenso. Pero el peor descenso es la apuesta a un personaje que, lamentablemente, sintetiza la decadencia y la degradación de un ser humano, dijo indignado el comentarista televisivo Alfredo Leuco. No faltan los que ponen el acento en el modo en que modula la voz. "Medicación, alcohol y el cerebro de un exadicto", lo sentenció la revista Noticias. "Si bien Maradona asegura haber dejado las drogas, fuentes cercanas al jugador reconocían entonces que consumía ansiolíticos y alcohol para mantenerse alejado de una posible recaída". Diego se burló de los diagnósticos. "Boludos (idiotas), no se me entendía hablar (la tarde de su presentación) porque estaba llorando".

Séptimo hijo

El peso mediático del astro no solo radica en las canchas. Su abogado Matías Morla aseguró que Maradona accedería a realizarse un nuevo estudio de ADN para determinar si Santiago Lara es su séptimo hijo. Hasta hace muy pocos años, juraba tener solo dos descendencias, Dalma y Gianinna, fruto de su relación histórica con Claudia Villafañe. Luego aparecieron Diego Junior, nacido en Nápoles, Jana, y Dieguito Fernando, de cinco años. El abogado reveló que su cliente tendría además tres hijos en Cuba. Si las cosas seguían así, señaló Giannina con amarga ironía, pronto formarían un equipo de 11 hermanos. Toda una saga maradoniana que promete más capítulos.

Como dijo el periodista Hugo Asch: "el público y los medios han aspirado más del polvo Maradona que toda la cocaína que él haya sido capaz de tomar en su vida. Lo siguen haciendo. Veremos qué queda, después de la emoción del regreso, de los buenos augurios, del llanto sincero, de la emoción de sus fans".