La problemática e incierta regeneración de los órganos rectores del fútbol mundial y europeo pasa, hoy en Zúrich (Suiza), por la elección del sucesor del suizo Joseph Blatter al frente de la FIFA, que tiene la necesidad imperiosa de llevar a cabo desde dentro una reestructuración radical con el objetivo de ponerse a la cabeza de la guerra abierta contra la corrupción que ha reinado en sus actividades durante décadas.

Desde que el 27 de mayo, a instancias de la Fiscalía General de EEUU y el FBI, fueran detenidos en Suiza nueve directivos de la FIFA implicados en la trama corrupta, han sido más de 50 los dirigentes de las distintas asociaciones suspendidos, encausados e investigados en el órgano rector del fútbol mundial. Entre ellos Blatter y Michel Platini (expresidente de la UEFA), que acaban de ver reducidas sus respectivas suspensiones de ocho a seis años, que implica la imposibilidad de realizar actividad alguna relacionada con el fútbol. También Ángel María Villar, presidente de la RFEF y provisional de la UEFA, multado con 23.000 euros por no colaborar con el Comité de Ética de la FIFA en la investigación de las presuntas irregularidades en la elección de los Mundiales de Rusia 2018 y Catar 2022.

APOYO DE VILLAR // El dirigente español, que se enfrenta también a la probable apertura en España de un expediente que puede acabar en su inhabilitación, se ha encargado de promover la candidatura de Gianni Infantino, el candidato europeo a suceder a Blatter y mano derecha de Platini durante una década en la UEFA, que no logra desprenderse de la etiqueta continuista, por más que defienda un programa que dé paso a la más absoluta transparencia y se comprometa a levantar todas las alfombras. En principio, el helvético parte como segundo favorito entre los cinco aspirantes.

El primero es el jeque de Bahréin, Salman bin Ibrahim Al-Khalifa. Los otros tres candidatos (el jordano Ali bin Al Hussein, el surafricano Tokyo Sexwale y el francés Jerome Champagne) apenas cuentan con posibilidades.

Seguro no hay nada, entre otras cosas porque el sufragio es secreto y nadie puede garantizar que un buen porcentaje de votos comprometidos cambien de dirección. Hubiese sido más complicado hacerlo si el TAS hubiese aceptado la solicitud de Al Hussein, que pidió que, para salvaguardar la integridad del proceso de votación, las cabinas fueran transparentes y se pudiera tomar también una imagen de las papeletas antes de la votación. H