A media mañana de este viernes la ciudad de Nîmes guardaba cierto silencio, porque nadie estaba al margen de lo que había pasado en Cataluña. Las terrazas que rodean las famosas Arenas se estaban acondicionando. Banderas de España por todos lados. Y en eso apareció con su bicicleta Chris Froome, seguido por sus ocho compañeros del Sky, el super equipo, el que da miedo al resto de contrincantes y el que ha confeccionado la escuadra británica para que el ganador del Tour (del último y tres más) pueda conseguir por fin el doblete que lleva persiguiendo estos últimos años.

Froome aprovechó para entrenar y hacer turismo, levantar un poco la cabeza y observar los monumentos romanos de Nîmes, la tercera ocasión en que la Vuelta parte del extranjero (antes lo había hecho en Lisboa y en Holanda). Por los alrededores de la ciudad se cruzaban los corredores, todos entrenando la contrarreloj por equipos que inaugura este sábado la ronda española del 2017 (a partir de las 17 horas por La 1 y Eurosport), una prueba que, al menos por ahora, tiene cierto sabor a Tour, comparte los mismos aficionados y circula por las mismas carreteras, al menos hasta el lunes cuando la carrera se adentre en territorio andorrano.

Una carrera propiedad del Tour

Las personas menos conocedoras de los detalles de este deporte quizá no sepan que la Vuelta es propiedad de ASO, la empresa que gestiona el Tour, el Dakar, el maratón de París y un montón de carreras ciclistas como la París-Roubaix o la Lieja-Bastoña-Lieja. Posiblemente, de no estar el Tour detrás, Nîmes no se habría animado a acoger la Vuelta, ni muchos patrocinadores a volver apostar por una carrera que ahora goza de una salud excelente después de años en los que circulaba enferma, sin figuras y casi con el público, y sobre todo las firmas comerciales, dándole la espalda.

Ahora llega Froome, el ganador de Tour. Y encima dice que viene a ganar en Madrid y aparece con ese equipo extraordinario. "La mayoría podrían ser jefes de filas en otras escuadras", dijo este viernes Alberto Contador. Esos ciclistas que bordeaban las Arenas y que este sábado, además, son también favoritos para aspirar a la victoria en la primera etapa.

El niño mimado de Francia

Pero viene también el niño mimado de la afición francesa, un Romain Bardet que salvó el podio de París por la campana y por un segundo ante la presión del ausente Mikel Landa (no puede ser todo perfecto). Otro corredor que, seguramente, de no tener la Vuelta la bendición del Tour habría emprendido otras aventuras ciclistas.

Y no queda ahí la cosa porque los dos grandes corredores italianos --ambos vencedores de la ronda española-- tampoco se han querido perder la fiesta. Vincenzo Nibali, el único de los grandes favoritos que no ha disputado el Tour y por lo tanto, supuestamente, el más descansado de todos, y Fabio Aru también quieren entrar en esa pelea, por ahora incierta, por la victoria final.

De Contador solo es necesario recordar que se retira en Madrid y que no sabe correr sin levantar el pie. Si queda cuarto como el año pasado será porque no ha podido ser tercero y si hace segundo porque no habrá podido llegar a Madrid con el jersey rojo de líder. Sería una locura, a pesar de las caídas y las dudas vistas en la Vuelta del año pasado o en el último Tour, descartarlo para la victoria. Tres veces ha ganado esta carrera.

Los invitados sorpresa

Y luego, como ocurrió en el Tour con Rigoberto Urán (segundo en París) enseguida puede sentarse a la mesa el convidado inesperado, ciclistas como Warren Barguil (ganador de la montaña en la ronda francesa), Esteban Chaves o los gemelos Simon y Adam Yates, Rafal Majka, Ilnur Zakarin o Steven Kruijswijk, el ciclista holandés con un apellido que cuesta tanto de escribir como de pronunciar y que seguramente habría ganado el Giro del 2016 si no se cae en el descenso del Agnello.

Los jóvenes valores

Tampoco hay que olvidar a los jóvenes, a los que desean comenzar a llamar a la puerta de los mayores como el catalán Marc Soler, el líder tapado de un Movistar que ha tenido que confeccionar una alineación de promesas tras la caída de Alejandro Valverde, con Nairo Quintana, último vencedor en Madrid, descansando tras el insalvable cansancio del Tour.

En la prueba también se presentan jóvenes valores de la cantera como Marc Soler y Enric Mas

También sería un pecado olvidarse de las tres perlas que presenta el conjunto Quick Step: un catalán, David de la Cruz (el único ciclista español que ganó una etapa en la Vuelta del 2016 y que correrá junto a Froome el año que viene), un mallorquín, Enric Mas, una perla de Artà que sube las montañas como un escalador fino y experimentado y Bob Jungels, el luxemburgués que quiere seguir la estela de los ya retirados hermanos Andy y Frank Schleck.

El recorrido

Todos ellos tendrán montaña de sobras, ya que el lunes los Pirineos andorranos se cruzan en su camino, típicas subidas a meta marca de la casa como la de Alcossebre, en Castelló --tras una llegada a Tarragona--, o Xorret del Catí y Cumbres del Sol (El Poble Nou de Benitatxell), en Alicante. Luego se vivirá la cita con las cimas andaluzas, en Calar Alto (Almería), La Pandera (Jaén) o Sierra Nevada, en Granada.

Todo sucederá antes de la temida contrarreloj de Logroño, llana y con 40 kilómetros (la de más amplio kilometraje diseñada este año en una carrera de tres semanas) donde Froome parece ser el único favorito entre los aspirantes a la victoria. Y mucho antes de una ascensión inédita y que pone los pelos de punta, que se denomina Los Machucos, en Cantabria, donde el porcentaje alcanza el 26%. Y, por supuesto, el Angliru, con toda su furia, a un solo día de Madrid.

Hay Vuelta, hay figuras y sobre todo hay espectáculo a la vista. Que nadie amargue la fiesta, tras el positivo de Samuel Sánchez y que nada altere de la carrera con locuras y sinrazones como las vividas en Barcelona, siempre en el corazón.