Chris Froome se despertó en su hotel de Mutxamel, al noreste de Alicante. Conectó su ordenador y buscó en Youtube las imágenes de la única vez que La Vuelta ascendió al Puig Llorença, conocido como Cumbre del Sol por los efectos urbanísticos de la zona, un lugar plagado de compatriotas del jersey rojo.

Repasó varias veces la ascensión del 2015, el último kilómetro, una recta sin fin que parece dirigirse directamente hacia el sol, de ahí el nombre adquirido por este pico alicantino. Calculó la distancia, el tiempo y vio dónde se movió hace dos años y dónde falló, si como error se pudo considerar el ser superado en el último metro de la etapa por Tom Dumoulin, que se llevó el triunfo y dejó al líder de un Sky, tan salvaje como él, sin la victoria conseguida a un día de la primera jornada de descanso.

Por la mañana lo vio claro y por la tarde solo necesitaba que su plan se hiciera realidad. Calculó dónde y cómo atacar, conocedor que difícilmente nadie lo podría seguir, excepto Esteban Chaves, segundo de la general y segundo de la etapa.

¿Y por qué no Alberto Contador? Porque, a pesar de seguir siendo el rival más fuerte que se enfrenta a Froome, pese a los dos minutos y medio que se dejó en su particular infierno de Andorra, jamás, ni en los mejores tiempos de Contador, cuando en ninguna cumbre del ciclista madrileño se ponía el sol cuando él atacaba, Contador ha respondido a la perfección con porcentajes tan cortos y acelerados. Ni ante Froome, ni tampoco en la época de Purito Rodríguez y mucho menos ante Alejandro Valverde.

REFORZADO / Sabía y adivinaba el jersey rojo que en la cima alicantina saldría doblemente reforzado al frente de la general; en tiempo —Chaves ya está a 36 segundos— y en moral, por los ánimos y por el orgullo y satisfacción que provoca siempre al rey de la carrera ganar una etapa y triunfar ante los adversarios.

«Por la mañana, en el hotel, repasé las imágenes de la subida de hace dos años y calculé el lugar donde debía atacar». No falló. Mikel Nieve, su mejor escudero en la montaña, lo dejó como un marqués a un kilómetro de meta, mientras Contador, conocedor de que el jersey rojo quería un poco de animación, se dispuso a marcarlo, como el defensa que se engancha al delantero, aunque sepa que en cualquier instante hará un quiebro y enfilará la portería con el balón controlado en los pies.

Y así lo hizo Froome. Soltó a Contador y marcó en la distancia a Chaves, que se precipitó hacia él, pero ya con algunas energías gastadas por capturar al británico. Venció Froome y como un ciclista salvaje, como si fuera el Eddy Merckx del siglo XXI, por qué no, se enfundó aparte del jersey rojo de líder, el verde de la regularidad y el blanco de la combinada. Y si no está al frente de la montaña es porque su equipo permite escapadas, como la que ayer protagonizó Marc Soler.