La Gran Vía de Bilbao era un clamor por Nairo Quintana; banderas de Colombia y camisetas del equipo de fútbol del país. Casi ensordecían la megafonía de la Vuelta, otro día de locura, otra jornada con el jersey rojo.

Chris Froome, en Los Corrales de Buelna, de donde partió la 12ª etapa ganada al esprint por el belga Jens Keukeleire, era tan vitoreado como Alberto Contador, el que quiso probarse en la segunda ascensión a El Vivero, sobre los tejados de Bilbao. Pero el vencedor del Tour tardaba en bajar de su autocar, cuando ya el madrileño se dirigía hacia la salida. Estrategia y consignas en el vehículo del Sky, reunión larga, allí donde se prepara la táctica de la etapa. Y una decisión: no había que tomarse la visita al País Vasco como si fuera una etapa de transición o una jornada de recuperación. El plan era claro, desgastar al Movistar, que los compañeros de Quintana lleguen agotados mañana al Pirineo francés, que se encuentre solo y sin compañía, en todo caso la de Alejandro Valverde, y que si eliminan al murciano, mejor.

Por eso, y casi por sorpresa, el conjunto británico animó la jornada y envió a dos de sus corredores a la fuga del día, a David López, el vizcaíno del equipo, y a Peter Kennaugh, el primer líder de la Vuelta. ¿Y si a Froome le daba por atacar en El Vivero, como en el 2011? El Movistar no podía permitir esa maniobra, por lo que se enturbió el día, el pelotón en fila india, el conjunto de Teléfonica, a tope, todos a no conceder una alegría a un Sky, que ya prepara el terreno a Froome para cuando mañana cruce la frontera de Navarra con Francia y empiece a respirar el oxígeno del Tour que tanto lo anima. H