El hormigón del Mirador de Ézaro olía a embrague quemado. Quedaba un kilómetro para llegar a la meta y era allí donde el apellido, por más ilustre que fuera, no libraba al corredor de dar bandazos. Era allí donde se situaba la mayor cantidad de público, que se emocionaba cuando apareció el pequeño grupo del Movistar, Fernández, Valverde y Quintana. Querían el jersey rojo de líder. Era allí donde el público se sorprendió al no ver con ellos a Contador, que en tres etapas ya ha cedido minuto y medio.

Y era allí también donde el aficionado lanzaba un grito de alegría, porque en este deporte los seguidores disfrutan y no acostumbran a pitar a las figuras. Y la alegría del hincha gallego la provocó la aparición de Froome; una maravilla, ya va como un tiro, quizá sin el empuje que exhibió en el Tour. “Ya ves. Lo dejamos en las primeras cuestas de Ézaro y luego, poco a poco, nos ha pillado. Es Froome”. Y quien lo decía era nada menos que Valverde, segundo de la general.

EL LÍO CON LA FUGA // En llegadas como la de Ézaro, asfixiante, agotadora, donde los últimos, sin el testigo de las cámaras de televisión, suben gracias a los empujones de los espectadores, se forma tal lío que los que van delante ni saben quién los precede y sobre todo si han pillado a todos los integrantes de la fuga. A todos, menos a uno, al francés Geniez. Y en ese caos, Rubén Fernández, fuerte como el que más, creyéndose seguramente ganador, o con la alegría de verse líder de la Vuelta, levantó las manos.

Y, en tres días, ya están todos allí, en un pañuelo. Froome dando miedo a sus rivales y en el primer contacto con la montaña devolviendo la imagen del Tour. El Sky, su equipo, al frente del pelotón. Y aquí todavía no es líder, pero está a 4 segundos de Valverde y le saca 6 a Quintana y a Chaves, Chavito, segundo en el Giro y al que no hay que descartar. H