El goteo de noticias dificulta la sorpresa ante el dato: nadie ha gastado más en fichajes en la última temporada que la Superliga china, ni siquiera una Premier hipertrofiada por los derechos televisivos (302 millones de euros frente a 295). Este dato les sorprenderá más: la Liga BBVA (cuna de los últimos ganadores de la Champions) y la Bundesliga (la competición del pulmón económico europeo) gastaron menos que la League One, la segunda división china, según la web alemana Transfermarkt. Y aún quedan unas semanas para el final del periodo de compras en China.

Alex Teixeira se ha ido del Shakhtar Donetsk al Jiangsu Suning por 50 millones de euros. Antes se fue Jackson Martínez del Atlético al Guangzhou Evergrande por 42 millones; Ramires, del Chelsea, también al Jiangsu Suning por 25,4... Son tiempos de frenesí y el clima económico sugiere que serán batidos pronto.

EN EDAD DE MERECER // Del listado reciente de fichajes, si se abstrae de las cifras, cabe sacar varias conclusiones. Los clubs chinos solían nutrirse de mercados exportadores (como el argentino o brasileño) o de jugadores europeos en su otoño laboral. Ahora pesca también en equipos punteros como Atlético, sin apreturas económicas como el Chelsea o históricos como el Roma. Y en edad de merecer. El colombiano Jackson tiene 29 años y aunque su estancia en Madrid no puede calificarse de exitosa, era, meses atrás, objetivo de las grandes escuadras del viejo continente. Eso diferencia a China de otros mercados futbolísticos también inmaduros y boyantes como EEUU u Oriente Medio, capaces de reclutar solo a jugadores descatalogados.

Hay más: los grandes desembolsos no son privativos de un par de equipos, lo que sugiere la intención de un desarrollo más equilibrado de la competición con una subida generalizada del nivel. Los salarios son la razón principal del desembarco, pero también ayuda un plan a largo plazo que descarta pertinaces fracasos como el del soccer estadounidense. Entrenadores de prestigio como Luis Felipe Scolari, Sven Goran Eriksson, Alberto Zaccheroni o Gregorio Manzano han aportado su knowhow a un país que en el fútbol, como en tantos sectores, parte con décadas de retraso.

Más espectadores // La ofensiva china descansa en razones económicas, deportivas y políticas. No es raro que las grandes corporaciones chinas inviertan en fútbol después de que Pekín subrayara la urgencia de superar el tradicional ridículo. Xi Jinping, presidente chino y reconocido futbolero, presentó dos años atrás un ambicioso plan que incluye borrar la corrupción de los torneos nacionales y la construcción de 20.000 nuevos campos e instalaciones antes del 2017 para que alumbren a unos 100.000 jugadores.

Los esfuerzos se notan tímidamente. Los aficionados chinos, que dieron la espalda a la Súper Liga años atrás por el generalizado amaño de partidos y otras prácticas poco edificantes, han vuelto a los estadios. Los equipos más célebres atraen ya a una media de 40.000 espectadores. Corregir la senda de su calamitosa selección, foco inacabable de humillaciones, será más difícil. H