En época de grandes fichajes que llevan aparejadas cifras millonarias, después de que la sentencia de Bosman propiciara un aumento exponencial de jugadores extranjeros en las ligas europeas en la década de los 90, se concibe como algo normal que un equipo de Primera, Segunda A e incluso Segunda B disponga de diversos futbolistas llegados de fuera del territorio español. Sin embargo, alejados de los focos, del aparato mediático y del negocio que conlleva intrínsecamente el fútbol profesional, este contexto, bajo otras circunstancias, también se da en el fútbol más modesto.

De hecho, de los 17 representantes provinciales de Tercera y Regional Preferente, solo cuatro no cuentan con ningún foráneo en sus filas; San Pedro, Vall de Uxó, L’Alcora y Burriana, todos ellos de Preferente. En el otro lado de la balanza está el Alcalà, también de Preferente, que cuenta con hasta 14 futbolistas extranjeros, además de nacionalidades muy variopintas (hasta seis sin contar la española: siete procedentes de Colombia, dos de Argentina y de Senegal y uno de Nigeria, Argelia y Serbia). Otro equipo de la misma comarca y categoría, el Sant Jordi, cuenta con cinco, cuatro nigerianos y un brasileño.

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Otro de los conjuntos que acumula muchos jugadores extranjeros es el Villarreal C. Eso sí, a otro nivel y en un contexto antagónico. El segundo filial amarillo, en Tercera División, también aglutina un plantel con seis nacionalidades más allá de la española. No obstante, casi todos sus jugadores presentan un largo recorrido en las categorías inferiores del fútbol español y, en especial, en la cantera amarilla. La proyección de todos ellos es evidente y apuntan muy alto. De hecho, algunos incluso han sido llamados a filas por las selecciones inferiores de sus países, caso del estadounidense Akale o del montenegrino Nikola; o han debutado en Segunda B con el Villarreal B, como los rumanos Andrei Florin y Andi Bogdan.

También cuenta con diversos extranjeros en su equipo (tres para ser exactos), todos llegados esta temporada, el Almazora, en Tercera. De ellos, quien posee una trayectoria más dilatada en el fútbol provincial es el nigeriano Emeka. Los otros dos son el joven Younes, que la pasada campaña jugaba en el juvenil A del Castellón; y André Solórzano, guatemalteco que debuta este curso en la provincia.

El Roda dispone en su plantel del central uruguayo Mathías Rodríguez y al atacante estadounidense Nico, que en apenas una temporada y media ha militado en las filas del Almazora, Castellón y en el propio Roda, fichado recientemente. Por su parte, el Almenara ascendió el curso pasado a Preferente con el marroquí Jamal y en verano incorporó al mediocentro uruguayo Luismi Delgado, del Faura.

Un total de siete son los colombianos que juegan a fútbol en Preferente... todos en el Alcalà. Y es que la oferta de futbolistas que hay en el Baix Maestrat es sustancialmente más reducida que en las comarcas de la Plana. Este motivo obliga a los clubs de estas zonas a buscar jugadores de fuera, algo que sucede en todos los equipos, pero que se ve acentuado en conjuntos del norte o del interior de la provincia. Casos como los del Alcalà o el Sant Jordi así lo ejemplifican. El contexto de los amarillos, en este aspecto, lo protagonizan los nigerianos: hasta cuatro de los siete que compiten entre Tercera y Preferente lo hacen cada 15 días en el Bovalar.

Otro de los factores que explica esta situación, es el efecto llamada entre los propios futbolistas que comparten nacionalidad, ya sea entre compatriotas que ya estaban en España o, incluso, en su propio país, debido a las particularidades características económicas, sociales, deportivas... de estas tierras.

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La marroquí también es una de las nacionalidades más populosa con hasta media docena de representantes, en parte algo lógico habida cuenta de la numerosa colonia del país norteafricano instalada en la provincia. Algo similar sucede con la representación rumana.

El fútbol provincial, al igual que el profesional, también se nutre del talento extranjero en sus diversas variantes, ya sea el sueño de un jugador que quiere llegar a ser profesional o aquel que, simplemente, se siente feliz cada vez que se calza una botas para dar patadas a un balón a miles de kilómetros de su patria. Todos ellos contribuyen a un mestizaje que engrandece la familia del fútbol más modesto en la provincia.