El fútbol más mediático, ese sobre el que siempre alumbran los focos y los titulares, ese que mueve unas cantidades astronómicas, es, con toda posibilidad, el que menos encarna el espíritu de un deporte en el que, en sus orígenes, las grandes estrellas pagaban por jugar.

Muy alejado de este escenario tan pomposo intenta convivir el fútbol más cercano, el provincial, el de los derbis de pueblo, el de los amigos que se retan durante toda una semana para el día del partido, el que se juega por afición o por el orgullo se representar a un pueblo.

Con todo, dentro del fútbol más humilde, concretamente en Segunda Regional, la categoría más baja en la Comunitat Valenciana, hay lugares en los que el gran éxito es poder competir cada temporada, sí, simplemente subsistir como buenamente se pueda. En las comarcas del interior de Castellón esa tesitura es el pan de cada día y de cada temporada.

La pasión puede con todo

La comarca del Alto Palancia presenta seis equipos. Más allá del Soneja, que milita en Preferente con un proyecto alejado de la que era su realidad hasta hace unos años, hay uno en Primera Regional (Jérica) y cinco en Segunda Regional. El histórico Segorbe ha regresado esta campaña tras dos ejercicios sin presentar equipo tras su paso por Tercera División; el Altura bajó hace dos años y cuenta con pasado en Preferente; el Viver, un clásico de la categoría, más Caudiel y Castellnovo (los primeros retomaron la práctica del fútbol el curso pasado y los segundos se vuelven a vestir de corto en el actual ejercicio).

Un poco más al norte, en la comarca del Alt Maestrat, hay un total de tres equipos, dos de ellos con tradición futbolística y pasado incluso en Preferente: Albocácer y Catí. El club de La Planeta, no hace mucho en categorías superiores, tiene como premio salir a jugar y competir dignamente cada semana. Por su parte, los del Santa Anna han vuelto al tajo este curso tras dos años sin fútbol en una localidad que demandaba este deporte. Un grupo de vecinos que se empeña en que se hable de deporte y del pueblo bajo el equipo que representa a ambos tienen la culpa de que el fútbol no muera. En pueblos como Vilafranca o Benassal hay un contexto similar: cuesta mucho trabajo encontrar jugadores en las poblaciones, pero la geografía tampoco ayuda a desplazarlos desde otros puntos. Si el futuro pasa por la cantera, en esta comarca no es halagüeño tras la desaparición del club de fútbol base, el Alt Maestrat.

La pregunta del millón es: ¿realmente conviene que cada pueblo tenga su equipo o se deberían fusionar todos bajo un solo conjunto que representara a toda la comarca? Hay opiniones favorables, pero otras en contra que abogan por la independencia de cada uno. Las rencillas producidas por los derbis tampoco ayudan.

Una comarca sin fútbol

En el resto de demarcaciones del interior apenas hay dos equipo. En Els Ports está el Morella, consolidado en Primera Regional y el Villafranca. En l’Alcalatén, a excepción del conjunto de la capital, l’Alcora, un clásico de la Preferente, solo está el Atzeneta. La única comarca sin fútbol es el Alto Mijares, donde el balón dejó de rodar después de la desaparición del Montanejos en el 2013. Tírig y Cinctorres han sido los últimos pueblos de interior en quedarse sin equipo.