Anda lo que has salvado! Podía haber sido peor». Alejandro Valverde, en el autobús del Movistar, aparcado a unos 250 metros de la línea de meta, trataba de consolar a su compañero colombiano Nairo Quintana. Ocurrió todo a 700 metros de los tres últimos kilómetros de la etapa, allí donde se protege a los aspirantes a la general de posibles caídas o pinchazos. «Llevaba las dos ruedas destrozadas y no podía ni pedalear. No pudo ni hacer esos metros para salvaguardar el tiempo», se lamentaba Eusebio Unzué, mánager de la escuadra.

Daniele Bennati, en otros tiempos protector de Alberto Contador en el llano, iba delante de Quintana. José Joaquín Rojas, con una bici, en caso de urgencia, que se adaptaba al colombiano, se había caído un poco antes. Final de sobresalto, final con las pulsaciones todavía más aceleradas que por el esfuerzo físico. Y, como siempre, no hay etapa tranquila, ni un inicio de carrera que sirva solo para calentar los motores de los músculos.

¡CAÍDA DE FROOME! / En la meta de Fontenay le Comtel la megafonía lanzó un grito. «¡Chute de Froome!». Y, aunque parezca increíble, como la grada que celebra el tropezón del delantero rival, se escuchó un estruendo. Júbilo ante la desgracia del cuatro veces ganador del Tour, el que se fue al suelo a cinco kilómetros de meta. Golpe en el costado derecho, y sobre todo dolor de no sentirse querido en su carrera, porque una parte de la afición no le perdona y cree que ha pecado, aunque haya sido absuelto de dopaje.

«No es lo mejor empezar así, pero por lo menos algunos rivales como Porte y Yates también han perdido mi mismo tiempo y le he sacado unos segundos a Quintana». Consuelo de Froome, que cedió al igual que Richie Porte y Adam Yates, envuelto en la misma caída -Froome revolcándose por un prado de Francia- 51 segundos para empezar el Tour. Peor le fue a Quintana, que llegó a meta 1.15 minutos después que su compatriota Fernando Gaviria.

Y por esa pérdida inesperada de tiempo de Quintana, la felicidad no fue completa en una Colombia que cada vez está más decidida a controlar el ciclismo mundial. Si Quintana es la principal opción del país latinoaméricano para ganar el Tour, sin olvidar a Rigo Urán, Gaviria es una perla de 23 años, que se ha estrenado en el Tour, que no se acobarda al sentir cerca el aliento de Peter Sagan (segundo en la meta) ni siquiera saber que Marcel Kittel (tercero) no anda lejos.

Los esprínts ya tienen figura. No es nuevo en la clase, pero para sacar matrícula de honor en una llegada masiva, una especie de máster, de los buenos, de los verdaderos, hay que acudir a la universidad del Tour y ganarse el respeto. Y así lo hizo Gaviria, el segundo colombiano en la historia del Tour que podrá lucir el jersey (la camiseta como dicen ellos) amarillo. Solo lo había hecho Víctor Hugo Peña en el 2003.

En el autobús del Movistar Valverde había convencido a Quintana que lo importante era que había salvado la caída. Pero entregar un minuto a las primeras de cambio no es nada saludable en una carrera de obstáculos de tres semanas. Saben Quintana, y por supuesto Froome, que Contador, siempre desafortunado en los inicios de la grande boucle, nunca contarrestó en la montaña el tiempo cedido por caídas en el llano. El Tour no perdona. Ni a Froome.