La homofobia golea en el deporte español. La aversión obsesiva contra hombres o mujeres homosexuales está tan instalada que parece muy difícil poder erradicar esa lacra, al menos mientras instituciones, federaciones y clubs no se tomen realmente en serio el problemas que eso supone no solo para los escasos deportistas que se han atrevido a hacer pública su condición sino también para la propia madurez cívica de la sociedad y el deporte.

El caso del árbitro de fútbol gaditano Jesús Tomillero, que en mayo del 2015 salió del armario (según la expresión comunmente aceptada) de forma casi involuntaria, al colgar en Facebook una foto con su pareja, David, ha puesto sobre el tapete una cuestión cuya solución está pendiente. Situaciones que en otros ámbitos de la sociedad española están ampliamente aceptadas no tiene cabida aún en el mundo del deporte y, particularmente, en el mundo del fútbol, la modalidad que arrastra más espectadores y despierta más pasiones, no siempre lícitas.

AGRESIVIDAD Y CONTAGIO

"En un deporte de masas es más fácil que aflore la agresividad y que se cree un efecto de contagio. En el fútbol parece evidente que puedes insultar al árbitro o a los contrarios con total impunidad", asegura Màrius Tomé, en un intento de buscar una explicación al fenómeno. Tomé es coordinador del fútbol masculino de Panteres Grogues, una asociación deportiva fundada en 1994 que tiene por objetivo ofrecer al colectivo LGTBI (lesbianas, gais, transexuales, bisexuales e intersexuales) un espacio libre y distendido para poder practicar deporte.

Panteres Grogues ha sido una de las pocas entidades que se ha alineado desde el primer momento en apoyo de Jesús Tomillero, y aprovechando su visita del próximo 29 de octubre al Camp Nou, donde el colegiado recibirá el apoyo del Barça en un acto contra la homofobia, va a firmar un convenio con la asociación Roja Directa del árbitro para unir fuerzas en la persecución del gran objetivo: lograr que el Congreso apruebe una ley contra la homofobia.

"Desde hace muchos años venimos pidiendo que los clubs apoyen una acción decidida del Gobierno como la que en su día hicieron en Gran Bretaña o Francia. En Francia se aprobó una Carta contra la Homofobia en el 2010, impulsada por un Gobierno conservador. Aquí la Ley del Deporte recoge sanciones contra cualquier actitud o cántico racista, violento, xenófobo u homófobo, pero apenas hay sanciones", explica Rubén López, del área deportiva de la Federación Estatal LGTB.

Para López, lo más inexplicable es el tabú que existe entre los futbolistas respecto a la homosexualidad. "Nadie habla de ello. Cuando a Alves le lanzaron un plátano y se lo comió, la gente se solidarizó; cuando a Cristiano le llaman maricón, todo el mundo se calla".

"¿TODOS SON HETEROS?"

Tanto López como Tomé juzgan improbable que no haya casos de homosexuales en los clubs de fútbol. «Hay 20 equipos con plantillas de 22 jugadores. En total, 440 hombres. ¿Todos son heteros? Imposible», calcula López. Tomé cree que, en el global de la sociedad, los no heterosexuales no llegan al 10%, pero aún así es imposible que no haya en el mundo del fútbol: «Lo tienen todo en contra. No tienen el amparo del Gobierno, ni de las federaciones, ni de los comités de árbitros, ni de los clubs. En esta situación, prefieren no jugarse una carrera que en su caso es muy corta».

"Conozco el caso de varios futbolistas a los que sus clubs les aconsejaron que no dieran visibilidad a su caso", asegura López, sin desvelar nombres ni entidades. El caso de Tomillero y el calvario que está pasando certifican los riesgos que suponen abrir ese peligroso armario.