El Villarreal tuvo el triunfo en las botas de Alcácer y acabó arrollando en su campo al Valladolid. El punto sabe a poco, porque se tiró por el desagüe el primer tiempo, pero la excelente imagen ofrecida en la segunda parte sirve para plasmar que la noche de Anduva ya es historia y en LaLiga las aspiraciones son máximas.

Fue un Submarino que ofreció dos caras totalmente diferentes. Demasiado, posiblemente, para un equipo que tiene que ser más fiable y no dejar tantos errores de bulto en las dos áreas. Eso forma parte de la botella medio vacía del primer tiempo. La versión opuesta de los 45 minutos restantes es lo que debería ser la realidad de un equipo que funcionó gracias a la inteligencia y la calidad de la gran segunda parte de Trigueros y Cazorla, unidos al empuje de un Rubén Peña excelso en el costado izquierdo y que fue uno de los grandes destacados del posbatacazo de Anduva.

El Villarreal saltó al Nuevo Zorrilla con una depresión de caballo y dejó una primera parte errática jugada a cámara lenta, como si en la psiquis de cada jugador todavía estuviera presente el fantasma de Anduva. El descanso fue el diván que necesitaba el equipo, junto al cambio de sistema ordenado por el técnico. Y la transformación fue tan profunda que queda el mal sabor de boca del tiempo perdido en el primer acto. Un punto bueno, pero que sabe a poco a la postre.

VUELTA AL 4-4-2 / Javi Calleja alineó a sus dos delanteros estrellas dentro de un 4-4-2, liberando a Gerard Moreno del trabajo defensivo en una banda, con un centro del campo liderado por dos jugadores con manejo de balón como Trigueros y Cazorla. Otra de las variaciones fue la ubicación de Rubén Peña como lateral izquierdo. Matices para reactivar a un Villarreal que llegaba a Pucela con la resaca depresiva de la Copa del Rey ante el Mirandés.

Los cambios no variaron nada y el Villarreal ofreció una primera parte con un fútbol previsible, lento y carente absolutamente de ideas. Sin chispa y velocidad, jugando a cámara lenta es complicado sorprender a nadie. Esa fue la radiografía del equipo del técnico madrileño en la primera parte. Posesiones de balón vacías de contenido y falta de toma de riesgos para buscar un pase que pusiera en peligro al Valladolid, que lo tuvo muy fácil para contener a un rival inofensivo. Suspenso en ataque.

En defensa, los amarillos también presentaban lagunas serias. Y los equipos contrarios ya le han cogido el truco al Villarreal. Agujeros en bandas que acaban siempre en acciones canalizadas por los extremos que son una amenaza constante. Rubén Alcaraz conectó una precisa volea al cuarto de hora después de un pase de Sandro que batió a Asenjo inapelablemente. Unos minutos antes, la misma acción por la banda contraria también concluyó en la red, pero Enes Ünal, el enemigo en casa, estaba en posición de fuera de juego.

Más de lo mismo en las acciones a balón parado, que son un auténtico calvario para el Villarreal en esos balones al segundo palo que provocan escalofríos. Y también continuaron los regalos en la primera línea de creación que, como en Miranda de Ebro, estuvieron a punto de ser letales. Por fortuna, el error en la entrega de Funes Mori a Sandro, que dejó solo al canario ante Asenjo, se perdió fuera. El Valladolid le había perdonado la vida al Villarreal porque el 2-0 parecía cantado cuando se cumplía la primera media hora de encuentro.

FALTA DE FLUIDEZ / Sin una salida clara de balón desde la parcela defensiva, porque la ausencia del lesionado Pau Francisco Torres limita esa idea de juego que pretende Calleja y, además, supone un riesgo constante cuando se intenta sacar la pelota por los errores, con Trigueros y Cazorla no asumiendo el rol que se espera de ellos, y sin desborde y chispa, el Valladolid jugaba un partido soñado por la comodidad con la que atenazaba a los hombres clave de un Submarino errático, miedoso y agotado mentalmente. A favor, que el 1-0 alimentaba las posibilidades de una reacción y el despertar de los amarillos.

CAMBIO DE SISTEMA / Calleja reubicó sus piezas en el descanso y del 4-4-2 pasó a un 4-3-3 más agresivo. La palabra velocidad e intensidad reaparecieron de nuevo en el diccionario del Villarreal. Y el cambio de actitud fue radical. El Submarino recuperó el mando, el gen competitivo y arrinconó al Valladolid en su campo. El balón ya llegaba con veneno al área de Masip. Empezaba un nuevo partido. Y por fin la envergadura de hombres como Iborra iba a hacer mella en el rival y un balón colgado al área le cayó franco a Gerard Moreno, quien fusiló al portero pucelano. El VAR, después de dos minutos de espera, confirmó la acción como legal y el árbitro rectificó su primera decisión.

OTRO VILLARREAL / Ninguna semejanza con el Villarreal muerto del primer tiempo. Trigueros y Cazorla empezaron a fabricar fútbol y con ello el Valladolid a sufrir y correr detrás del balón. El fútbol es riesgo, chispa, velocidad, intensidad… y todo ello lo pusieron en liza los de Javi Calleja. Trigueros dejó solo a Alcácer delante de Masip, colocando el balón casi en boca de gol, pero el aiete de Torrent ajustó demasiado el tiro y se le marchó fuera. Todo lo que en la primera parte era negro, ahora era blanco.

El Villarreal se fue decididamente a por el triunfo y se comía literalmente al Valladolid. Trigueros, Cazorla, Rubén Peña… parecían omnipresentes y dibujaban la ambición del equipo de Calleja, que buscó el triunfo hasta el último suspiro. El batacazo de la Copa del Rey ya es historia y los amarillos recuperaron su identidad y confirmaron que son un claro aspirante a regresar a Europa. La segunda parte de los amarillos fue espléndida, tanto como ramplona la primera.