A veces se ven cosas en ciclismo que no se acaban de comprender. ¿Por qué una organización, en ocasiones tan acertada como la del Giro en la preparación y elección de las etapas, diseña un final como el de este jueves? ¿Para neutralizar los últimos kilómetros por seguridad, sobre todo de los corredores que pelean por la clasificación general? Bajo esta circunstancia lo mejor habría sido dibujar un final de etapa diferente, a lo mejor llegando directamente a meta sin tener que ver a los ciclistas jugarse el pellejo por un circuito para no perder la posición en los últimos kilómetros.

Llovió durante buena parte del día, aunque al final cuando el Giro llegó a la meta de Bibione hasta salió el sol. Pero ya daba igual porque la carrera estaba neutralizada. Los corredores que pelean por ganar la prueba, como Alejandro Valverde o Vincenzo Nibali, se situaron delante hasta que se cruzó la meta por penúltima vez. Entonces se resguardaron detrás, se tomaron los ocho kilómetros finales en calma y vieron desde la barrera como André Greipel ganaba su tercera etapa antes de regresar a casa.

Poco más, de hecho nada más, dio una día que sirvió para que el Giro se acercara a la montaña, donde vivirá tres etapas consecutivas, entre ellas la jornada reina del sábado y la cronoescalada del domingo. Este viernes los ciclistas se encontrarán con cuatro cimas: Montemaggiore, Crai, Porzus y Valle. Bob Jungels llegó a Bibione instalado en la primera plaza de la general, seguido por los dos representantes del Movistar, Andrey Amador y Valverde.