Al final del derbi en La Cerámica, amarillos y valencianistas podían tener difererentes criterios a la hora de analizar un encuentro que sí logró poner de acuerdo a ambos contendientes en un aspecto: lo inadecuado de un horario, las cuatro y cuarto de la tarde, que tuvo su efecto no solo en los protagonistas, sino también en una grada que sufrió los efectos del asfixiante calor. En el inicio del choque el termómetro rondaba los 30 grados, con un 73% de humedad. ¿Las consecuencias? Cuatro aficionados tuvieron que ser atendidos en el estadio con síntomas de lipotimia y en uno de los casos el afectado debió ser trasladado al Hospital de La Plana, según informaron tras el derbi fuentes del Villarreal.

El calor también pasó factura en el césped, con el amarillo Álvaro González como principal damnificado. «He sufrido mareos y vómitos en el vestuario», desveló el central del Villarreal, que necesitó de las asistencias del cuerpo médico durante el descanso. «Parece que seamos solo un número en el campo y hay que tener un poco de mano. Cuando pase algo grave hablaremos», denunciaba el cántabro. Una protesta a la que se sumó su entrenador, Javier Calleja. «Hacía muchísimo calor. En el partido —que tuvo dos parones, una en cada parte, para que los jugadores repusieran líquido— todo se ha ralentizado un poco más en base a la tensión y a las condiciones climatológicas», apuntó el técnico amarillo, que tampoco entendía demasiado el horario de las 16.15 h. teniendo en cuenta las previsiones: «Ha habido partidos que han cambiado de hora. Un calor como el de hoy [por ayer] es perjudicial para todos, espectadores y jugadores que tienen más riesgo de sufrir lesiones».

«Mandan las televisiones y el señor Tebas, y tenemos que acatar lo que él dice», fue la pulla que le dejó al presidente de LaLiga el segundo de Marcelino, Rubén Uría, uniéndose a la guerra que mantuvieron los cabezas visibles de la patronal futbolística y la RFEF ayer. Horas antes del derbi autonómico en Vila-real, en el Ciutat de València también salió a relucir la indignación por el infierno vivido en la grada por los aficionados del Levante y el Sevilla, muy por encima de los 30 grados en el partido fijado al mediodía.

Rubiales y Tebas se enzarzaron en una pelea dialéctica después de que el primero calificara de «vergüenza» los «disparatados horarios» de LaLiga. «A más de 30 grados no se puede jugar», recalcó el presidente de la RFEF, que amenazó con recuperar la potestad de fijar los horarios del fútbol español. Tebas respondió aludiendo a los 114.000 espectadores del GP de Aragón, «con 32 grados y sin quejas». LaLiga sigue a lo suyo: el negocio por encima de todo. El bienestar de aficionados y jugadores es secundario.

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