Después de la calamitosa temporada pasada el sector más optimista del madridismo empezaba a levantar cabeza, aunque fuera a base de recuperar recuerdos de la primera etapa de Zidane. Pero apareció el nuevo Atlético de Simeone, trabajado como si no hubiera revolucionado el equipo e intenso como si fuera marzo, y puso sobre la mesa todas las vergüenzas de un Madrid deshecho, zarandeado por el trabajo colectivo de los rojiblancos. Con el 3-7 en EEUU la herida del Madrid se gangrena.

Pero la implacable invasión que ha hecho el dinero del fútbol, extinguiendo todo lo que no ofrezca rédito económico, ha llevado las pretemporadas a una nueva dimensión, en la que ya no valía con viajar a lugares lejanos y enfrentarte a rivales exóticos, entonces la imparable máquina de generar negocio en torno al fútbol ideó una Champions veraniega. Así, lo que antaño eran cómodos encuentros ante equipos claramente inferiores que servían para ir cogiendo confianza, la goleada escandalosa que sufrió el Madrid (3-7) ante el Atlético ha convertido la pretemporada blanca en un juicio trascendental para el incipiente segundo proyecto de Zidane.

El club blanco sale escaldado de la gira norteamericana, con costuras abiertas en casi todos los frentes, desde la defensa hasta el ataque, pero el técnico francés sigue confiado, pese a los errores que se repiten desde la temporada pasada. «De momento, esto es lo que hay», reconoció en la última pregunta de una comparecencia dura, como si fuera de plena temporada. «Para nosotros era un amistoso, para el Atlético no», intentó explicar.

Revolución lejana

Entre Zidane y el club, el Madrid parece empeñado en no dar por terminada la etapa del equipo que aún es conocido por haber conseguido tres Ligas de Campeones seguidas. La revolución de nombres que se antojaba necesaria, prometida por el club, parece más lejos que nunca, con el tiempo y el dinero empleado en retoques y fondo de armario, salvo con Hazard. El belga, tan desaparecido como todos sus compañeros de ataque ante el Atlético, fue la única novedad de un equipo que sonaba a vetusto, con un Kroos y Modric en un centro del campo que dominaron Koke y Saúl y que disfrutaron Joao Félix y Costa, el canalizador y el ejecutor rojiblancos.

«Lo que pasó es que entramos muy mal en el partido», intentó justificar Zidane, pero el 0-5 al descanso evidenció mucho más. Cada ataque rojiblanco fue una ocasión de peligro. Apareció Sergio Ramos tras el desastre, reservado para capear los peores temporales, con la misión de sentar la calma: «Las conclusiones las sacaremos cuando empecemos a competir», dijo, un discurso que suena repetitivo para un madridismo cansado de escuchar promesas, sin pruebas tangibles de que se dan pasos por el camino adecuado. «Ellos se lo han tomado como si fuera una final, nosotros como un amistoso», culminó el defensa central.