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@josellizarraga

Ha sido una semana prenavideña cargada de comidas, cenas y compromisos típicos de estas fechas que te cargan las pilas para afrontar el trabajo con las energías renovadas. Siempre digo que Navidad es todo el año y debemos inyectarnos ese espíritu en el día a día para respetar, valorar y querer a todos los que nos rodean un poquito más.

Esta profesión te confiere la suerte de conocer a muchísima gente. En ocasiones hasta demasiada diría yo, porque con la multitud pierdes a veces la perspectiva de discernir y valorar. Reconozco que no me impresionan los títulos de las tarjeta de visita, los focos de las estrellas futboleras y las falsas amistades que se generan en ocasiones en este circo. Menos aún los divismos y con el tiempo te haces exigente. A mi me sacan la sensibilidad y la admiracion las historias humanas, la buena gente y las personas con mayúsculas, que son las que se ganan mi respeto.

Esta semana he escrito la historia, que publica hoy Mediterráneo de David Mata, un joven de Almassora que perdió los dos brazos con 20 años, pero salvó la vida y conservó lo más importante las ganas de vivir y ser igual que los demás. Donde no le llegan los brazos, siempre le acaba llegando su enorme corazón y sus ganas de superarse siempre.

A David me lo presentó una persona entrañable como Susana Fabregat, que vive 25 horas al día para ayudar a los que lo necesitan desde Aspropace. Cuando me contó su historia reconozco que me estremecí y se me encharcaron los ojos, quizás porque soy demasiado sensible pero pienso que no era para menos. El relato de David Mata me impactó, pero pronto pasé a extraer lo positivo y razonar que lo que más le iba a llenar era que no sintiera pena y que aprovechara el mensaje que pretendía transmitirme, porque para él no existe reto inalcanzable, solo puede ser más o menos fácil de conseguir, pero no imposible. Y con eso me quedé.

Correr, montar en bicicleta, competir en kick-boxing, esquiar, nadar, jugar a fútbol... no tiene barreras. Pero sobre todo te transmite una inyección en vena de alegría, optimismo, superación, humildad, valores mil... Sin complejo alguno hablo de David Mata porque él no los tiene y menos los voy a tener yo para referirme a él. Le he visto escribir en su móvil con la nariz con la misma rapidez que lo hago yo, o más. He disfrutando escuchando su carrera contra los obstáculos del día a día, sus retos y, sobre todo, como me reconocía que el deporte ha sido su mejor terapia para construirse una vida, llena de emociones y sensaciones, sin sus dos brazos. Historias como la de David te dan más fuerza para continuar trabajando en esta profesión, porque te hacen disfrutar de ella con locura, pero sobre todo te cambia el chip. Por supuesto, te ayudan a mantener la línea de respeto a opiniones y diferentes sentimientos, y a no rebasar nunca la frontera del menosprecio o el insulto, tan común, por desgracia, en las redes sociales.

David me pedía que omitiese su afición als bous de carrer porque hay gente que está en contra. Supongo que me perdonará la indiscreción, pero si lo soy es para poner más en calidad sus valores de respeto a todo. La historia de David puede ser idónea para esta Navidad, pero yo la veo un ejemplo para todo el año. A mis amigos, a los que no quieren serlo, a los que eligen, o no, Mediterráneo como su ventana a la información, a todos ¡Feliz Navidad!