Si el Comité de Apelación o algún otro tribunal no dice lo contrario, el grupo III ha echado el cierre en medio de lo que ha sucedido desde el punto de vista más estrictamente deportivo, pero salpicado por la polémica. La renuncia del Ontinyent por motivos económicos y su consiguiente expulsión a mediados de la segunda vuelta ya generó polémica y alteró el normal desarrollo de la competición, para muchos, un eufemismo de una adulteración pura y dura. Un ejercicio cuyo colofón ha sido la denuncia del Teruel en torno a la alineación indebida de un futbolista del Cornellà que, de rebote, afectaba a otros tres equipos más.

Por si el albinegrismo no tenía suficiente con las aventuras y desventuras de su Castellón, también ha sufrido los efectos colaterales del traumático adiós del Ontinyent. Sus últimos ocho rivales han sumado los tres puntos por imperativo legal (1-0 o 0-1), lo que ha marcado profundamente el desenlace del grupo, sobre todo por abajo, donde la lucha por eludir el descenso ha sido muy cerrada. Una medida que no satisfizo a casi nadie, puesto que lo más justo, no tener en cuenta ninguno de los resultados obtenidos hasta entonces por los de la Vall d’Albaida --lo cual ya hubiese acarreado alterar la propia competición--, no figura en el reglamento de la RFEF.

Luego, cuando todavía coleaba la celebración --mejor dicho, el alivio-- por una memorable salvación, con ese gol en el descuento frente al Barcelona B y el empate también in extremis del Conquense en Alcoi, llegó el susto.

Caso abierto

La denuncia del Teruel, de haber prosperado, enviaba al Castellón a la disputa de la eliminatoria por la permanencia frente al Celta B. Hubo que esperar un par de días más para que el Comité de Competición no atendiese las protestas de los aragoneses, que no han cejado en su lucha y han recurrido al Comité de Apelación, que aún tiene pendiente un fallo que, a priori, no debería alterar ya la clasificación a la conclusión de la jornada 38.

Aunque, a corto plazo, la atención del orellut está puesta en si José Miguel Garrido continúa como máximo accionista o si Vicente Montesinos retoma el control, a medio lo estará, una vez se resuelva el embrollo sobre la titularidad del club, en la consiguiente traslación a la confección de la plantilla. Sin embargo, también en la configuración de un grupo muy particular que ha registrado, esta campaña atrás, un récord de filiales: hasta siete.

El Reus, expulsado, a su vez, de la Segunda A, debería salir a competir de nuevo en la categoría de bronce, pero todavía hay deudas pendientes a sus jugadores que amenazan con un nuevo descenso. Pero ahí entra en escena Gerard Piqué, loco por llevar a su Andorra al fútbol profesional lo antes posible. Aunque el club del Principat acaba de subir a Tercera, podría ganar un año adquiriendo una plaza. Dinero parece que no le faltará, pues Mora Banc Andorra financiaría la compra de una plaza. Lo que hizo el año pasado el Ibiza-Eivissa de Amadeo Salvo, en otro proyecto megalómano, al adquirir la del Lorca FC en el grupo IV, aunque ahora los pitiusos regresarían al III.