El Barcelona ganó la Copa al Sevilla en un partido agónico, con la expulsión de Mascherano en la primera parte, la de Banega en el minuto 90 y con un gol en la prórroga de Jordi Alba que, junto a otro de Neymar, sellaron un partido inmenso de Iniesta y Piqué, protagonistas absolutos del título que dio un doblete al cuadro azulgrana. Los dos escribieron su nombre en la final con letras de oro. Ambos aguantaron a su equipo, que vivió en el alambre casi todo el partido por la desaparición de Mascherano que no pudo aprovechar el Sevilla. La culpa la tuvieron los dos azulgrana. Entre ambos dieron la Copa al equipo de Luis Enrique.

La ausencia de buen fútbol se compensó con el buen nivel de ambos equipos. Emery se llevó a los puntos la primera parte. Aunque el Barcelona intentó y casi siempre lo consiguió mantener la posesión de la pelota, fue el Sevilla el que dio siempre sensación de peligro. Emery, ante la baja por sanción del francés N’Zonzi, acertó retrasando a Banega. Con el argentino intratable, el Barcelona sólo encontró la inspiración en Iniesta, que está en un estado de forma salvaje a menos de un mes del inicio de la Eurocopa. Mientras, el Sevilla, muy bien colocado salió al contragolpe en muchas ocasiones con la velocidad de Kevin Gameiro.

El francés protagonizó la jugada que marcó el partido. Ya en los primeros minutos anticipó lo que iba a pasar en una jugada sin trascendencia en la que se marchó por velocidad de Mascherano, que a falta de diez minutos fue expulsado por agarrar al sevillista cuando se vio superado a la carrera.

Ter Stegen evitó el gol de falta de Banega y el Barcelona, curiosamente, jugó sus mejores minutos con uno menos. Messi, Neymar y Luis Suárez, desaparecidos, ofrecieron pequeños brotes verdes a su afición. Pero era tarde. El daño estaba hecho. El Barcelona iba a sufrir en la segunda parte.

Esta comenzó con un disparo al palo de Banega, que no bajó el nivel. Tenía la llave del choque, quería despedirse a lo grande --se irá al Inter-- y casi lo consiguió. La historia de la final depararía para él una despedida más triste en forma de expulsión. Pero, en ese momento, estaba fino y el Barcelona no tenía la suerte de su lado.

Y es que tras la expulsión de Mascherano, llegó la lesión de Luis Suarez. El artífice del título de Liga desapareció por un tirón muscular cuando quedaban 33 minutos. Rafinha salió al campo y, ahora sí, comenzó el acoso final sevillista. El equipo de Luis Enrique se encomendó a Piqué, inmenso. El central despejó todo lo que llegó al área de Ter Stegen. Fue un muro de hormigón. Él solo se bastó para sostener al Barcelona.

La solidez de Piqué desesperó al Sevilla, que pese a su superioridad, no logró rematar a portería desde el disparo al palo de Banega. Los minutos fueron pasando e Iniesta, que estaba escribiendo su propia crónica estratosférica, provocó la expulsión de Banega en el 90 y el partido volvió al principio, pero con una prórroga por delante.

El Sevilla perdió su oportunidad. Perdonó casi todo un periodo con un jugador más y lo pagó. Tardó en venirse abajo lo que tardó Messi en aparecer casi por primera vez con un pase de ensueño a Jordi Alba, que entró por la izquierda como una moto para batir a Rico a los seis minutos de la prórroga.

El golpe fue durísimo para los de Emery. Ya no se levantaron. Pudieron hasta recibir más goles, pero Rico lo evitó con varios paradones. El 2-0 llegó por medio de Neymar, pero fue testimonial. La Copa es de Piqué y de Iniesta. La inmensidad de ambos en un choque lleno de incidentes (hasta se lesionó el árbitro), encumbró al Barcelona. H