El Sporting Clube de Portugal es uno de los tres grandes clubs multideporte del país vecino, así como uno de los clásicos en el panorama futbolístico internacional. Todo ello no solo conlleva que los leones cuenten con una plantilla de futbolistas de calidad, opten a todos los títulos en las competiciones en las que compiten, etc., sino que también arrastra consigo una importante masa social.

El conjunto lisboeta nunca viaja solo y puede presumir de tener una de las aficiones más ruidosas y que más colorido aporta a las gradas de aquellos estadios en los que se desplaza.

Unos 1.000 en Vila-real

Por dicho motivo, no es ninguna novedad que mañana sean alrededor de 1.000 los incondicionales lisboetas que se desplacen hasta el Estadio de la Cerámica para presenciar, en directo, el duelo contra el Villarreal.

Y la cifra se queda corta al tratarse de unos dieciseisavos de final, ya que si fuera rondas tipo cuartos de final o semifinales, los leones han sido acompañados por cantidades cercanas a los 5.000 espectadores.

De ‘alto riesgo’

Pero pese a que el 95% de los incondicionales del Sporting suelen tener un comportamiento intachable, siempre hay un porcentaje mínimo de hinchas cuyo comportamiento deja que desear. Una parte de los llamados ultras son considerados peligrosos, por lo que el partido fue declarado por la Comisión de Antiviolencia como de alto riesgo.

Mediterráneo ha consultado a fuentes policiales al respecto, las cuales han considerado que el hecho de otorgarle tal distinción

—de alto riesgo— al partido es «más protocolario» que por el peligro real que pueden conllevar los aficionados que se desplacen, que no se consideran violentos.

Agresión a sus futbolistas

Todo ello salpicado por el caso del pasado 15 de mayo del 2018, cuando un grupo de 40 ultras violentos del Sporting irrumpieron a la fuerza en la ciudad deportiva del conjunto lisboeta y agredieron a los futbolistas de su propio equipo alegando bajo rendimiento deportivo, en una trama en la que supuestamente estaba implicado el anterior presidente, Bruno de Carvalho, circunstancia que le costó el cargo. Un acto vandálico que supuso cárcel para algunos de los cabecillas.