El esperpento del fútbol ha alcanzado límites insospechados, concretamente el juzgado de lo Mercantil número 2 de Madrid, que es el que tiene que decidir entre los dos calendarios de partidos para las tres primeras jornadas de Liga que contraponen La Liga y la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), con o sin lunes y viernes.

Hasta ahora, era La Liga la encargada de entregarse sin miramiento a los deseos de la televisiones para dispersar jornadas y usar horarios intempestivos. La Federación, inmersa en una guerra continua con la patronal de los clubes por el control del fútbol español, ha entrado en la cuestión embistiendo como un búfalo en una tienda de lámparas, con un calendario alternativo, sin partidos los lunes y los viernes, a unos pocos días del inicio de la competición; con la convicción de que cualquier oportunidad para menoscabar el poder de Tebas es buena para su causa.

Las medidas cautelares que dicte el juez mañana solo repercutirán en las tres primeras jornadas de Liga, en las que hay dos horarios programados, a partir de ahí y, sobre todo, a partir de a quién de inicialmente la razón la justicia, se abre una nueva etapa en la batalla por el control del fútbol español.

Con la afición pendiente de cuándo es el inicio de la competición, previsto por La Liga para el viernes 16 de agosto con el Athletic-Barça en San Mamés, y después de que la mediación del Consejo Superior de Deportes fuera en vano, la última vertiente abierta, a un día del veredicto provisional, es que la Federación podría cuestionar la competencia de la justicia ordinaria en un tema estrictamente deportivo, respecto al cual ya falló la autoridad competente, la jueza única de competición, a favor de los intereses del ente federativo del que depende.

EL PAPEL DE LA TELEVISIÓN

El gran clavo ardiendo al que se agarra La Liga en el nuevo escenario de batalla que se presenta se llama derechos televisivos, ese sustento económico capital para los clubes en la última década que marca los designios del fútbol patrio.

La Liga y, por extensión, los clubes, han puesto el grito en el cielo y han encendido todas las alarmas a las que tienen acceso ante el panorama. Quico Catalán, presidente del Levante, llegó a insinuar la posibilidad de un cierre patronal. "Si la resolución del juez es contraria, deberemos analizar la situación sin descartar nada y en función de ello, adoptar decisiones", dijo el máximo mandatario levantinista en la presentación de su nuevo jugador Óscar Duarte.

Lo que está claro es que supondría un daño muy grande y los clubes no podemos permitir una situación que generaría consecuencias muy negativas. Esta posibilidad es un ataque frontal a los clubes, amplió Catalán después, para enarbolar el discurso completo y unitario que mantienen los clubes y La Liga desde la asamblea que celebraron la pasada semana.

La exitosa gestión económica de Javier Tebas está cimentada en la concesión de plenos poderes a las televisiones, que ejercen como autoridad ejecutiva a través del control del dinero con el que se mantiene el espectáculo en marcha.

El precio a pagar es la dependencia total, la subyugación plena a los designios de las audiencias, pero La Liga se ha entregado hasta tal punto a sus captores, aliados en la batalla contra la Federación, que defiende los intereses de los operadores televisivos como nunca antes han defendido los de sus aficiones.

GRADAS VACÍAS Y PROTESTAS

Las gradas vacías de un estadio un viernes no han sido acicate para La Liga en un lustro, tampoco las protestas masivas de los aficionados (las del graderío de Mendizorroza en los partidos del Alavés, especialmente insistentes, incisivas y provocadoras: sacaron un ataúd un lunes de febrero para simbolizar el funeral del fútbol) que le han dado otra oportunidad a Rubiales para seguir hurgando en la herida.

El presidente de la Federación se ha erigido en el aliado inesperado de una buena parte del fútbol, la que busca una alternativa a Tebas y a su gestión dictada exclusivamente por los intereses económicos, pero que a la vez mira con recelo la auto ascensión de Rubiales a los altares del poder, con la esperanza de no salir escaldado.

Desde la llegada de Luis Rubiales a la presidencia de la RFEF, el afán intervencionista y remodelador del máximo mandatario de la Federación intenta abarcar todo lo posible y le ha dado la iniciativa en la guerra por el control del fútbol.