«Yo sé que no soy el mejor entrenador tácticamente, vosotros ya lo decís mucho», decía Zidane antes de viajar a Kiev para la final de la Champions. El francés da crédito a las críticas, pero si se mira su corta carrera de entrenador con algo de perspectiva, alejados de la inmediatez del resultado, está claro que su irrupción en la Champions es histórica. Está a un partido de ganar su tercer título en tres participaciones, cuando con este formato nadie había repetido título.

Después de haber sido ayudante de Ancelotti, del que es heredero en cierto sentido, tanto futbolístico como de filosofía; Zidane llegó al banquillo del Madrid en enero de 2016 para sustituir a Benítez, sin más experiencia que la adquirida al lado del técnico italiano, con el que ganó la décima Copa de Europa, y de una temporada y media al frente del Castilla, sin grandes resultados.

Pero llegó al primer equipo, a los grandes escenarios, en los que brilló como jugador, y aportó a la plantilla una figura con autoridad futbolística para estar por encima de sus egos, una figura que guía el camino porque ya lo ha recorrido. Y algo más: «Conozco muy bien un vestuario y la cabeza de un jugador, pero eso no es todo, con eso no ganas. Hay mucho trabajo por detrás, una filosofía y la pasión y la ilusión», se reivindicaba el entrenador.

Tantos éxitos como críticas

Desde el principio, su carrera ha estado tan marcada por el éxito como por la crítica: a su poca variación táctica, a su inmovilismo con las alineaciones, a su fe ciega en la BBC o a su supuesta poca dedicación al estudio de rivales, preparación de partidos... Pero lo cierto es que cambiar en el éxito siempre es complicado, y de ahí venía el Madrid de Zidane, al menos hasta el inicio de esta temporada. A Zidane le costó algo más de dos años, y verse casi fuera de la lucha por cualquier título en febrero, hacer lo que tanto se le demandaba: una decisión táctica, un cambio con marca propia de entrenador. En aquel partido ante el PSG en octavos de Champions, cuando el Madrid vagaba por la Liga a una distancia sideral del Barcelona y había sido eliminado en Copa, Zidane encontró el camino. Metió en el campo a Lucas Vázquez y a Marco Asensio en el minuto 79, con 1-1 en la ida en el Bernabéu, y la cosa terminó 3-1, la eliminatoria encarrilada y otro año caminando hacia la final de la Champions.

Un apasionado del fútbol

Frente a Zidane estará Klopp. El alemán es extremadamente pasional y quizás sus ritos deben entenderse por ahí. Sale media hora antes porque le gusta ver los calentamientos, brinca en el área técnica porque disfruta celebrando y se comporta a veces como un excéntrico porque, por qué negarlo, a veces la locura se apodera de él. Klopp y su heavy metal football llegan por segunda vez al partido más importante de Europa. «Estamos preparados para esta final. Es todo lo que sé. No sé si será suficiente, porque nos enfrentamos al Madrid», admite.