Hubo un día en el que Juanjo Méndez (Barcelona, 1964) le dio por subir con la bici a Navacerrada. No pedaleaba solo. Sus acompañantes, en un acto solidario, equívoco sin duda, le dijeron "¡venga! escápate que ya te cogeremos". Y él hundió la cabeza lo máximo que pudo y con su brazo derecho, con su única pierna, también la derecha, sin poder ponerse de pie en ninguna de las famosas curvas montañosas que unen Madrid con Segovia, aceleró y aceleró y a la cima de Navacerrada se plantó.

Juanjo Méndez, durante un descanso / PAOLO MARTELLI

Por detrás, la pareja inició la caza y captura a relevos. Sin éxito. No se lo creían. Aquel día no muy lejano del final de verano del 2014 Pedro Delgado y Óscar Pereiro, dos Tours a las espaldas, comprendieron por qué a Juanjo Méndez los ciclistas lo conocen como el "cojo cabrón", así autobautizado en sus cuentas de las redes sociales.

La segunda oportunidad

La vida le dio una segunda oportunidad tras perder brazo y pierna en un accidente de moto, a inicios de los 90. Y esa segunda oportunidad, ese respiro, esa inspiración con la bici, esa potencia desorbitada, lo convirtieron en una estrella mundial en el ciclismo paralímpico, tanto en la pista como en la ruta. Tres medallas paralímpicas y dos campeonatos del mundo lo contemplan.

En pleno esfuerzo / PAOLO MARTELLI

"Mientras pueda seguiré corriendo. No me rindo. Y si ahora, a mis 53 años, me cuesta más ganar a mis rivales, no es por la edad, sino por los avances tecnológicos en prótesis que son aerodinámicas, de carbono, diseñadas científicamente para que se acoplen a la bici, que solo sirven para pedalear, no para andar, y que valen un dineral. ¡Más que una bici!". Y si una BH como la que calza Méndez puede superar los 10.000 euros, es fácil imaginar lo que cuesta una prótesis como las que usan algunas de las principales figuras mundiales del ciclismo paralímpico.

En cambio, Méndez, ni prótesis, ni nada de nada. Su amigo, que hace las veces de asesor, Bernat Moreno cuenta en gestos cómo se monta en la bici, cómo se empuja, cómo se mueve con la dificultad que entraña tener la mitad del cuerpo sin apoyo básico sobre la bicicleta. "Una prótesis te vale, al menos, para poder hacer fuerza sobre el pedal y mantener mucho mejor el equilibro. Yo no puedo utilizarla, debido a mi tipo de amputación".

Juanjo recibe los ánimos de Bernat Moreno / PAOLO MARTELLI

Juanjo es de los que no perdona a la hora de salir en bici -de ahí su apodo- de los que gusta atacar. Y de los que también sufre las consecuencias de la selva del tráfico rodado. En junio, en la carretera de La Roca, a las afueras de Barcelona, un coche lo arrolló -y también a Bernat, que lo acompañaba-. Ambos sufrieron diversas fracturas.

El proyecto Génesis

También es la cabeza visible del proyecto Génesis, el club ciclista que preside. Cada tarde niños de todas las edades se ejercitan en el difícil arte de rodar en bici por un velódromo, en concreto por el de Horta, que sigue existiendo, y remodelado, por más señas. "Tratamos de realizar un ciclismo inclusivo, en el que puedan convivir niños con algún tipo de discapacidad, tanto física como psíquica, con otros chicos, que no haya diferencias. Trabajamos con más de 50 chavales", explica Juanjo.

Ante el velódromo / PAOLO MARTELLI

Cuenta con diversos apoyos para su proyecto; entre otros, el de las fundaciones Johan Cruyff y Gaes, de la que es embajador, y en eventos importantes también tiene la ayuda de empresas como Cofidis. "El trabajo con niños autistas es el que más motiva. Verlos disfrutar con la bici. ¡Y con la dificultad que entraña!", añade.

¡A cabalgar!

Ahora compagina la bici con su nueva pasión, que no es otra que montar a caballo, muchas veces acompañado por su hija. "Salgo todos los días del año en bici, menos los domingos por una promesa hacia mi mujer". Y hasta es capaz, "con una habilidad solemne», según las palabras de Bernat Moreno, de bajarse de la bici, en caso de pinchazo, y reparar en un santiamén la avería.

Pero cuando se pone un dorsal, incluso en una marcha cicloturista, no mira hacia atrás, impulsa la bici siempre por encima de los 30 kilómetros por hora, y que lo pillen. Por eso se ganó el apodo, del que le gusta presumir. Y por muchos años.

Acoplado a la bici / PAOLO MARTELLI