La Liga es de Messi. Y por extensión, del Barca. Un breve periodo de oscuridad del astro más luminoso había ralentizado la marcha del equipo. Permaneció cinco partidos (tres de Liga) sin marcar y cuando reemprendió la marcha (cinco goles en cuatro partidos), el Barça se ha disparado hacia el campeonato echando a la cuneta a su máximo perseguidor. Una genialidad de Leo marcó diferencias, más evidentes en el césped que en el marcador, aunque el hecho de transformar su tercer tanto de falta consecutivo niega que fuera un acto extraordinario. Pero lo es, por mucho que Messi perpetre cosas inverosímiles.

OLVIDO INTENCIONADO // Impartió justicia en el cara a cara con el Atlético, que el día de la verdad se arrugó, por mucho que Simeone quisiera tener una coartada al ir metiendo a todos los delanteros que tenía. A casi todos. Solo se olvidó de Fernando Torres. El único que había celebrado la última victoria del Atleti (1-3), que ya tiene 12 años de antigüedad. Fue en febrero del 2006.

El equipo de Simeone racaneó como siempre, porque ni siquiera apretó en los primeros 10 minutos con una presión alta para adelantarse en el marcador o, en el peor de los casos, crear dudas o miedo en el rival. La actitud no fue la de un aspirante que va a buscar los puntos que le faltan. Esperó a que quedara media hora. Entonces fue cargando paulatinamente el ataque.

El Barça, sin necesitarlo, salió a degüello con su fútbol más característico. Acabó cuajando una primera media hora magnífica, atosigando a su rival, dominándole, para dejar claro que el accidente de Las Palmas quedó curado. Esa media hora coincidió con la presencia de Iniesta. Cuando se marchó el capitán, lesionado, el Barça perdió temple y, sobre todo, calidad. Entró André Gomes, ante el que la hinchada todavía reprime sus más íntimas reacciones. Coutinho pasó de la banda derecha a la izquierda, en lugar del manchego, y el equipo fue más vertical que paciente.

Eso no le permitió ser más ofensivo ni más rápido ni disponer de más ocasiones. Sin la elaboración necesaria, el equipo facilitó la ida y vuelta desesperada que forzó el Atlético que, sin embargo, moría en el área de Ter Stegen. Si poco chutó el Barça a Oblak, menos su rival al alemán. A los culés les faltó la inteligencia para explotar los espacios que fue dejando el Atlético y, lejos de sentenciar, acabó sufriendo hasta el final.