El caballero, japonés claro, se llama Katsura Shibasaki, pero todos, en el equipo de Marc Márquez, le llaman Shiba. Es tan japonés, que casi nadie lo conoce, casi nadie lo ve, casi nadie sabe que está. Y, sin embargo, trabaja tanto o más que el resto, pues su misión es tener controlado, en el camión que aparca frente al box del tricampeón, todo el recambio de Marc. Shiba hasta duerme en una litera que hay en la cabina del tráiler.

Shiba se pasa los entrenamientos pendientes de la TV y en cuanto ve caerse a Márquez, cosa que es bastante habitual pues lleva 22 caídas este año (récord personal), sabe exactamente qué piezas debe preparar para que el equipo de Santi Hernández y Carlos Liñán no tarde nada en reconstruir la RC213V de Marc. Es por eso que Márquez ayer, cuando logró la quinta victoria de la temporada, la nº 60 de su carrera, pidió a Santi que convenciese a Shiba que, lógicamente, no quería, para que le acompañase en el podio aragonés y recibiese la copa al constructor vencedor del gran premio maño.

«He querido que Shiba se llevase el reconocimiento, no solo mío, sino de todo el equipo, pues este año se ha quedado muchas noches sin dormir y un montón de días sin cenar», explica Marc Márquez, orgulloso de que su amigo compartiese la gloria en el podio con él.

«La verdad es que durante la carrera he pensado demasiado en Shiba, pues he estado a punto de caerme varias veces, aunque, al final, me he podido calmar y tomármelo con un poco más de tranquilidad. Hoy (por ayer) no me hubiese perdonado otro error, pues estaba en juego el título», admitía el ganador.

Márquez confesó, una vez acabada la carrera, que «si hubiese podido, hubiera parado en el box para preguntar a Santi qué estaba pasando, pues notaba que la moto no era la misma, no tenía tanta confianza en ella como en los entrenamientos», no le salían los tiempos tan fácilmente como en los ensayos.

«La verdad, al final he pensado, posiblemente con razón, que igual era yo y no la moto», añadía el piloto de Honda. Marc contó que la rueda delantera no se calentaba, que en las curvas de izquierdas (sus favoritas) iba bien, «pero en las curvas de derechas sufría un montón». Y hasta dijo que le ocurrió algo que no le había pasado nunca. «El freno no frenaba o no frenaba como siempre», indicó.

Las excusas de los rivales

Y, en esas condiciones, ganó, se convirtió en líder solitario. Eso sí, luego oyó que Maverick Viñales decía que su Yamaha «no mejora, no tracciona, no va», a Dani Pedrosa que hizo «una mala salida» y se entretuvo «detrás de Viñales» y a Andrea Dovizioso asegurar que «era imposible hacer una vuelta perfecta, rápida». «Se me atragantaban tres curvas, la 10, la 15 y la 17».