No pudo ser. A la cuarta tampoco fue la vencida. El Liverpool fue mejor que el Villarreal, pero se encontró con la ayuda de un árbitro húngaro al que le vino muy grande el partido. Permisivo con el juego al límite de los reds, generoso para enseñar dos amarillas a Víctor Ruiz y dejar en inferioridad al Villarreal... y sibilino para no señalar un claro penalti sobre Denis Suárez, que hubiera podido cambiar el signo de la eliminatoria. Al Liverpool no le hacía falta la colaboración de un colegiado nefasto y que se dejó impresionar por el terrible ambiente de Anfield. El conjunto de Marcelino dijo adiós a Europa con un excesivo 3-0, pero lo hizo con orgullo y con la cabeza alta. Habrá una quinta vez. Seguro.

El Liverpool exhibió una versión totalmente diferente a la del Madrigal. Anfield rugió con más fuerza que nunca. El ambiente era el de las grandes noches de los reds. La salida en tromba del equipo de Klopp fue terrible, dirigiendo el balón a una velocidad de vértigo e imprimiendo una intensidad máxima en cada acción, más allá del límite del reglamento. El árbitro fue un aliado para los locales, con una permisividad absoluta y ofreciendo la sensación de pretender dirigir el partido sin complicación alguna. El húngaro fue el juez idóneo para la agresividad de los ingleses.

TRANSFORMACIÓN ‘RED’ // Klopp planteó el encuentro de una manera distinta a la de la ida, como si el Liverpool hubiese cambiado de técnico en una semana. El Villarreal fue el mismo, con matices de índole individual, con el cambio en la portería y en el eje de la zaga, con las entradas de Areola y Musacchio. A los reds se les puso de cara el partido muy pronto. Un remate de Sturridge tropezó en Bruno y, a los seis minutos, la ventaja del gol de Adrián ya había pasado a mejor vida.

El Submarino lo pasó muy mal durante el primer cuarto de hora. Fútbol a la inglesa: canalización a las áreas y centro al área. La presión red era asfixiante y privaba a los amarillos de su bien más preciado: el balón. Pero el Villarreal, pese a sufrir, y mucho, aguantó el ciclón que se le echó encima, se rehizo y se mantuvo metido en el partido. Era un duelo a cara de perro y los de Marcelino no perdieron en ningún momento el pulso frente a un Liverpool imperial que, anoche, se puso su mejor traje. El Villarreal se vio superado, pero aguantó el tipo a base de garra y orgullo. Los amarillos fueron a remolque y no tuvieron el esférico, pero aguantaron el bombardeo constante, con una seguridad defensiva que logró mantener la eliminatoria viva.

Al Submarino le faltó un poco más de fútbol. La batalla en la medular se decantó del lado del Liverpool. Bruno no fue Bruno y eso se notó en el primer tiempo.

EL CAMBIO // El Villarreal entró mejor al partido en la segunda parte, con las líneas más juntas y con menos sufrimiento, logrando frenar a un Liverpool en versión premium, pero no le daba para llegar al área inglesa con cierto síntoma de hacerle daño al rival. Se necesita balón para construir e inquietar a Mignolet. Marcelino se jugó la baza de Trigueros, aun consciente de que el Submarino perdería solidez en la parcela ancha. No hubo casi tiempo para que los amarillos se asentarán y se adueñaran del balón. Un error en cadena del Villarreal desencadenó en el 2-0, con un remate certero de Sturridge. En ese instante, el Villarreal se quedaba contra las cuerdas y fuera de la final.

No hubo reacción. El Liverpool continuaba mandando frente a un Submarino encogido, que no conseguía hacer daño a un adversario crecido y poderoso. Y si el panorama se presentaba complicado, llegó la expulsión de Víctor Ruiz, en el minuto 71. Al permisivo colegiado húngaro no le tembló la mano para mostrar la roja al central amarillo. Con 10 y dos goles en contra, la final de Basilea ya quedaba muy lejos.

AL LIMBO // Pero el Villarreal no hincó la rodilla. En inferioridad numérica, se lanzó a por el Liverpool. Y dispuso de su gran oportunidad, pero Viktor Kassai fue un amigo para el Liverpool y no quiso ver un claro penalti de Alberto Moreno a Denis Suárez, que hubiera podido cambiar el curso de la eliminatoria. Los amarillos continuaron peleando, pero anoche se enfrentaron a un equipo poderoso, ambicioso y que, escoltado por Anfield, volaba hacia Basilea, al dejar visto para sentencia el pase a la final con el 3-0, a nueve minutos para la conclusión, con el tanto de Lallana.

Con tres goles en contra, y un jugador menos, se necesitaban varios milagros de Sant Pasqual para que los amarillos disputaran la primera final de su historia. Con todo, el Villarreal cayó con la cabeza muy alta. H