No es nada casual. El Barça de Messi (y de Valverde), que visita mañana el Estadio de laCerámica para medirse al Villarreal (21.30 horas), fija tal ritmo que se hace insoportable para cualquier rival. No solo por la amplia distancia que ha obtenido en la Liga (quedan nueve jornadas y le saca 10 puntos al segundo, el Atlético del Cholo Simeone) sino porque somete desde la paciencia.

Aplasta a través de la «perseverancia», según recuerda el técnico azulgrana, a todo aquel que se le pone por delante. No es casual, por ejemplo, que cuatro de los seis últimos goles en el campeonato (dos al Betis, otros dos al Espanyol) llegaran en la última media hora de los partidos. El 48% de los tantos azulgranas se producen cuando los partidos expiran y el Barça emerge para gobernar con inusual contundencia.

Ahí es cuando se entra en un territorio pantanoso para aquel equipo que se mida al Barça. Los demás padecen, incapaces de sostenerse física y emocionalmente porque el juego azulgrana, aunque no sea brillante, acaba imponiéndose. El equipo de Valverde, en cambio, sonríe aliviado a través de la figura de Messi, consciente de que acabará llegando su momento. Y casi siempre llega. Basta repasar la reacción del Barça tras la segunda y última derrota en la Liga. Desde aquel 3-4 del Betis en el Camp Nou el pasado 11 de noviembre ha sabido revertir la situación.

Son casi cinco meses de fiabilidad en los que ha impuesto una marcha insostenible para sus perseguidores, a los que ha ido dejando cada vez más lejos.

45 PUNTOS DE 51 POSIBLES / En las últimas 17 jornadas, el líder ha sumado 14 victorias, cediendo únicamente tres empates: 1-1 en el Wanda Metropolitano contra el Atlético de Madrid, 2-2 en el Camp Nou con el Valencia de Marcelino y 0-0 en el nuevo San Mamés frente al Athletic Club de Bilbao, curiosamente el único partido en el que los blaugrana se quedaron secos. Suma, por lo tanto, 45 puntos de los últimos 51 posibles y ha marcado, además, en 28 de las 29 jornadas de Liga, añadiendo, como admitió Rubi, registros nuevos a su juego.

«El Barça es peligroso de muchas maneras, pero para mí corriendo es la que más. Y nos marcaron el 2-0 corriendo otra vez. Habíamos hablado de que no corrieran mucho, pero lo hicieron», reconoció el técnico del Espanyol. Quiso frenarlo con un nuevo orden táctico uniéndose a esa moda de la defensa de tres centrales para dificultar el «tráfico», palabra de Valverde, del Barça. Lo consiguió hasta el minuto 71 cuando Víctor Sánchez cometió falta sobre Leo Messi, el prólogo de la perdición perica.

A partir de ese delicado lanzamiento de Leo, que desorientó al propio Víctor Sánchez al punto de que no sabía ni dónde estaba, se entró en el escenario ideal para el Barcelona. Al rival le fallan las piernas y un despiste desencandena también una inevitable caída emocional.

DOS VÍAS PARA SENTENCIAR / Usó dos caminos el líder para abatir al Espanyol. Primero a balón parado, con la falta de Messi. Luego empleó un explosivo contragolpe que llevó la pelota de Ter Stegen a la estrella argentina en apenas 12 segundos teniendo como carteros a Rakitic y Malcom, autor de la asistencia que le daba la razón a Valverde cuando buscaba un extremo que estirara e intimidara al Espanyol.

La historia se repite. Da igual que sea en la Liga (31 goles en las primeras partes; 44 en las segundas) o en la Champions League (el Olympique de Lyón se llevó tres goles en el Camp Nou apenas ocho minutos, del 77 al 85) porque el método Messi, sostenido por la estructura defensiva de Ernesto Valverde, resulta solvente. «Es cuestión de perseverar y de tener cubiertas las espaldas para no permitir las contras. Es cuestión de insistir, insistir, insistir…», proclamó el técnico. Pero lo que le hace verdaderamente infalible es el factor Leo.