Solo una victoria puede salvar a este CD Castellón. La fragilidad mental que en estos momentos posee a los componentes del primer equipo albinegro roza el estado depresivo. La dinámica es nefasta. Ninguna victoria tras 11 jornadas disputadas y, desde ayer, encima colistas. Y lo peor de todo es que cualquier rival te penaliza, incluso sin merecerlo, como sucedió ante el Lleida Esportiu, un buen equipo, que es tercero, con jugadores de calidad para la categoría pero que no hizo más méritos que los orelluts para llevarse los tres puntos.

Un 0-1 con nocturnidad y alevosía que llegó cuando más duele: en el último minutos y tras una contra derivada de un córner a favor —el tercero consecutivo que se sacaba en busca del triunfo—. Demasiado castigo.

Guti quiso darle una nueva vuelta de tuerca al equipo. El técnico albinegro varió su dibujo de las últimas semanas y apostó por un 4-4-2, con dos arietes, ubicando en punta a Cubillas más adelantado, secundado por Máyor.

La apuesta fue valiente y no solo solo por ello, sino porque el míster orellut se dejó en la grada al máximo goleador del equipo, el hispano-marroquí Hicham, mientras que el central Regalón cayó de la lista por lesión.

Con Satrústegui y Carlos Delgado como centrales, la idea de Guti pasaba por contar con el largo recorrido de Rubén y Verdú desde los laterales, con un doble pivote de fuerza formado por Rafa Gávez —con libertad de movimientos y en muchas ocasiones bajando a recibir entre los centrales— y Marc Castells —más de hombre ancla—, y utilizando por bandas a Kilian, por la derecha, y José Carlos como falso extremo por la izquierda, para aprovechar las subidas de Verdú.

Todo ello, sobre el papel, diseñado para fabricar jugadas que derivasen en balones para los dos delanteros. Pero ni con esas. Al Castellón le falta el ABC de cualquier equipo, está carente de automatismos y al equipo le cuesta una vida generar ocasiones. Y eso que ayer ya se notó mayor intención por bandas y se buscaron diferentes variantes ofensivas, tanto por las alas como con en el ataque buscando rechace.

Con todo, el duelo comenzó con buen tino para los de Guti. José Carlos, de lo mejor cuando aparece, se fabricó una jugada en los primeros minutos que derivó en un tiro desde fuera del área que puso el «uuuyy» en la grada. Parecía que otro Castellón se iba a ver… pero fue un espejismo.

El Lleida reaccionó rápido y generó una acción por la derecha de su ataque que, tras un par de triangulaciones, terminó con un tiro cruzado de Juanto que Álvaro Campos desvió a córner milagrosamente con una mano abajo. Corría el minuto 9 y fue un claro aviso a navegantes.

EL LLEIDA, A LO SUYO / El rival, que sabe a lo que juega, tenía muy clara la idea de cómo actuar en Castalia y futbolistas con variantes ofensivas. Un bloque compacto, con automatismos y que en lo poco que se asomaron al área rival generaron peligro, algo que con el Castellón no sucede.

Salvo esos dos arreones, el primer acto estuvo marcado por el centrocampismo. Verdú por la izquierda y Kilian y Rubén por la derecha lo intentaron, pero al Castellón le faltaron ideas y fluidez en los metros finales.

Ni Castells y ni Rafa Gálvez encontraron a sus compañeros de banda, mientras que la solución pasaba por balones a Cubillas, para intentar bajárselos a Máyor. Pero dicha fórmula tampoco terminó de funcionar.

Precisamente Máyor, que fue de lo más potable del Castellón, generando espacios, desmarcándose, arrastrando a los centrales rivales, remató a gol la única ocasión de que dispuso… pero fue anulada por fuera de juego a pocos minutos del descanso.

DEMASIADO CASTIGO / El fútbol fue cruel en el segundo acto. El duelo pareció sumirse en un pacto de no agresión no pactado, hasta que los técnicos movieron sus piezas. Guti cambió el dibujo en el minuto 65 a un 4-3-3, quitando a Máyor y José Carlos, dejando a Kilian —en el 79 le reemplazó Muguruza— y al incorporado Acevedo por bandas y a Cubillas de ‘9’, dando entrada a Caballero para tener superioridad y fluidez en el centro del campo.

Pero en vez de controlar el encuentro, el choque se volvió loco. Gálvez y Pedro Martín pudieron adelantar a sus equipos en un minuto (del 75 al 76), y dos zurdas privilegiadas como las de Joan Oriol (81’) —Rubén evitó el gol— y Verdú (83’) —de falta— estuvieron a punto de encontrar el gol.

Las piernas pesaban, la cabeza ya no funcionaba con tanta fluidez y el Castellón se volcó al ataque —sin ocasiones—. Pero cada aproximación a balón parado suponía una contra rival que los albinegros no supieron frenar.

Y en la última de todas, en el minuto final, Pedro Martín demostró lo importante que es tener un ‘9’ goleador. No falló y mató a un equipo depresivo.