La abuela Ignacia Guerrero, que ha vivido todo el fin de semana, invitada a Cheste por su nieto Jorge Lorenzo, como una estatua de sal, reluciente, preciosa, observando y atenta a todo, recibió el más cariñoso de los abrazos y cientos de besos del ganador. El tricampeón mallorquín, que había sufrido de lo lindo en las últimas diez vueltas («las cinco últimas han sido tremendas»), le dijo al oído lo mismo que les había dicho a Chicho, su padre, y María, su madre, bueno, lo mismo que había dicho bajo el podio valenciano: «¡Uf! ¡Ahora sí que podré dormir aliviado!».

Era una necesidad, tras 11 carreras sin ganar. Era un sueño abandonar Yamaha, tras años de triunfos y tres títulos mundiales, en lo más alto del podio. Era una obligación de campeón resistir al acoso mediático del icono del Mundial, su compañero Valentino Rossi, y a la fuerza, casi imparable, del tricampeón de la década, Marc Márquez, que no le superó ayer de milagro. Pero, sobre todo, era un reto personal coronarse en el último gran premio de un año caótico. Lorenzo quería limpiar su nombre y dejarlo brillando hasta el año que viene.

«Las puertas de Yamaha estarán siempre abiertas para Jorge», dijo el británico Lin Jarvis, jefe de Movistar-Yamaha, que cambiará al Por fuera por el veloz y hambriento Maverick Viñales. «Sé que, tal vez, si Valentino no hubiese estallado, a finales del pasado año, contra Lorenzo y Márquez, Jorge seguiría con nosotros en Yamaha. Pero cuando te despides de alguien con quien has compartido nueve años, solo te acuerdas de lo bueno que ha sido, sin duda, mucho más que de lo malo», manifestó.

Lorenzo se va porque quiere olvidar la dictadura de Rossi. Se va porque quiere olvidar que ese equipo solo bebe por la boca de Vale. Se va solo llevándose a su inseparable Juanito Llança, su mecánico de niño, lo que significa mucho de lo poco, o nada, que ama el mallorquín todo lo que deja en Yamaha. Pero, eso sí, se quería ir ganando. «Quería que esta película donde, coincido con Lin, hay muchísimas cosas buenas y pocas malas, acabase de la manera más linda, con una preciosa victoria dedicada a todos. Con una victoria a lo Lorenzo, desde el semáforo a la bandera a cuadros, liderando siempre el gran premio».

Nueve años brillantísimos

Y Lorenzo, además, añadió a ese dulce final con Yamaha un inicio prometedor con Ducati. «Ver cómo corría la Ducati de Iannone, verle junto a mí en el podio, verle pelear por los primeros puestos, me congratula, me hace pensar que he acertado y, sobre todo, me demuestra que esa moto no es lo que era hace un par de años, es decir, una máquina irregular. Ahora está delante, así que ardo en deseos de que llegue el martes y probarla aunque, ya sabéis, que no os podré contar nada». En efecto, porque Yamaha le deja subirse al cohete rojo.

«Cuando firmamos con Lorenzo, en Laguna Seca, hace ahora 10 años, lo hicimos para conseguir todo lo que hemos logrado: 156 grandes premios, tres títulos mundiales, 44 victorias, 107 podios y 39 poles. No podemos pedir más, ni Yamaha ni Jorge», concluyó Jarvis. H