Si la temporada del Real Madrid fuera un guión televisivo, algún directivo de la cadena habría desechado la historia por inverosímil. El último e inesperado salto, recién comenzada la competición, fue la reaparición de Bale como el puntal del equipo blanco en el primer partido de liga, ante el Celta (1-3). El galés terminó la última temporada reprobado por la grada en pleno, los estamentos más altos del club y el mismo cuerpo técnico, encabezado por Zidane, que inició la nueva temporada deseando la inmediata salida del atacante: «Si se puede ir mañana, mejor. No tengo nada en contra de Bale, pero yo tomo decisiones», dijo el técnico francés a finales de julio.

Menos de un mes después, las novedades más llamativas de la plantilla, por inesperadas, son Bale y James Rodríguez, dos repudiados que regresan para reivindicarse. Son el ejemplo de la capacidad única que tiene el Madrid para reinventarse.

Bale es el caso más extremo de una plantilla repleta de jugadores que ya han dejado atrás sus mejores años, con la ambición lejos de máximos históricos y a los que solo una herida en el orgullo parece hacerles reaccionar. El galés, que se vio fuera del Madrid, parece haber soltado el lastre de presión que le abrumaba y, con poco, recupera su estatus.

Zidane ya ha tomado el papel de la resignación, ya no espera más fichajes: «Bale se va a quedar. Vamos a tirar con lo que hay», reconoció tras el debut en Vigo. Pero aún quedan dos semanas de mercado y los primeros resultados de la temporada pueden decantar la balanza, mientras Bale encabeza la resurrección.