El Madrid culminó con un rácano empate, 2-2 ante la Roma, una pretemporada con más sombras que luces, entre una sensación general de fragilidad e imprecisión que ha deparado innumerables problemas para los de Zidane, a una semana del inicio de La Liga, sobre todo en la defensa.

En busca de una fiabilidad defensiva que no encontró, Zidane repitió con un sistema de tres centrales, sin Ramos y con Militao, como un avanzado en una defensa de balonmano, en constante persecución de Dzeko.

El resultado fue nefasto, con las líneas desordenadas y los movimientos desincronizados. Es un recurso que, si bien ya podría tener previsto para potenciar las capacidades de Hazard o para liberar a Marcelo, se queda huérfano sin el potencial físico en el centro del campo.

La falta de contundencia, las imprecisiones y la descoordinación general blanca propiciaron que las jugadas de peligro de la Roma fueran una constante. Casemiro estuvo solo en la contención, como Modric en la creación. Militao conectó con Modric y el croata encontró un pase hacia Marcelo que consiguió desarbolar la defensa romana. Con espacio desde la banda, el brasileño batió a Pau López, que se estrenaba con la Roma, para abrir el marcador. El empate no se demoró, Zaniolo puso en evidencia a Casemiro y mostró su talento para asistir a Perotti.

El Madrid volvió a encontrar el gol casi por casualidad, con un centro sin aspiraciones al segundo palo que remató Casemiro. En la jugada siguiente, un pase raso hacia el área blanca sobrepasó a todo el equipo blanco y dejó en franca ventaja a Dzeko, que fusiló a Courtois para volver a poner el empate y hacer algo de justicia al juego en el marcador. Los goles blancos fueron dos momentos de excepción en el partido, la Roma de Paulo Fonseca dominó el juego y acumuló ocasiones.