Era uno de los puntos marcados en el calendario. Como diría Gerard Piqué, “ahí empezó todo”. En Termas de Río Hondo, Argentina. Ahí comenzó a sentir Marc Márquez (Honda) que Valentino Rossi estaba dispuesto a jugar todos los juegos habidos y por haber, incluso los ilegales, también los prohibidos, para luchar por el título con el bicampeón más joven de la historia. Y, aunque no tuviese aún una buena moto (la segunda Honda, la de Dani Pedrosa, terminó a 28 segundos del ganador), Márquez decidió que debía ganar, que quería ganar, que necesitaba ganar, que soñaba con salir líder del circuito en el que empezó a sentirse herido en lo más profundo de su corazón en el año 2015.

DOBLE REVANCHA // Encima, con el lío de los neumáticos, un auténtico caos, les dijeron que iba a ser, por obligación, por necesidad, pues se jugaban la vida, una carrera de 20 vueltas y que iban a tener que hacer 10 giros con una moto y 10 más con la otra. Y a la vendetta rossistica de Argentina-2015 se añadió la venganza del equipo de Márquez por Australia-2013, aquel gran premio en que todos (luego se autoculpó Santi Hernández, su técnico) se equivocaron, contaron mal las vueltas y Márquez entró a cambiar de moto cuando ya no se podía, una vuelta después de cumplirse el límite establecido. “Decidí que tenía que ganar por mí y por ellos. Que tenía que ganar para saborear, de nuevo, la victoria (no se imponía desde Australia-2015) y para enterrar aquel error absurdo que tantas risitas, incluso en el seno de nuestro equipo, ha provocado”. Lo contó Márquez tras el podio. Y lo contó después de una de las celebraciones más espectaculares y dentales, pues no paró de reír, de los últimos años.

Y lo celebró así porque, con cambio y todo, Márquez no dejó nunca de ser el más rápido y el mejor. Desde que se apagó el semáforo, tuvo a los otros 20 colegas detrás. Y a los mejores a más de cinco segundos. Y todo sobre un espejo, sobre un trazado peligrosísimo. Mientras Márquez se iba, escapaba y temía que el duelo de Rossi se repitiera, por detrás ocurrían millones de cosas. Se cayó Jorge Lorenzo (Yamaha) nada más empezar, donde se habían caído todos viernes y sábado. Revivió Maverick Viñales (Suzuki) las sensaciones de que podía conquistar su primer podio, pero se cayó cuando lo acariciaba.

LAS DUCATI // Y, caídos los buenos, aparecieron los potentes, aquellos que llevan un corcel de que alcanza los 350 km/h, las dos Ducati. Y, al final, cuando los Andrea habían mordido el cuerpo entero de Rossi, en la última curva, a 78 metros de la gloria, cuando el Doctor, como le ocurriera en Catar, se quedaba fuera del podio, Iannone, The Maniac, como él se apoda, entró colado en la penúltima curva y se llevó por delante a su compañero Dovizioso, convirtiendo en plata a Rossi, que volvía a ser hojalata. Cuando ocurrió todo eso, Márquez hacía ya un puñado de segundos que ganaba su GP número 51. H