El Villarreal borró la Copa de su agenda del mes de enero y le dejó en bandeja el pase a cuartos de final a un Athletic que ni en el mejor de sus vaticinios podía esperar un cruce en el torneo del KO tan plácido como el que tuvo anoche, frente un equipo que le aventaja en 11 puntos en la Liga. Marcelino decidió que este año la Copa no interesaba y había que centrarse en lograr una plaza para la próxima Champions y emplear los esfuerzos extras en la Europa League. No hubo más historia anoche en un partido en el que el Submarino no quiso pelear en ningún momento. 90 minutos de fútbol horizontal, sin contacto y también sin mirar a la portería del rival. Los groguets se tomaron descanso hasta el sábado por la noche con la visita del Betis.

El técnico asturiano mantuvo su idea y alineó un once con los no habituales. Casi repitió la formación titular de San Mamés con la única variación de Mateo Musacchio por Víctor Ruiz. Y hasta nueve cambios del bloque que venció al Sporting. Demasiado para afrontar una eliminatoria copera de tú a tú contra un Athletic que sí apostó por la Copa. Era una expediente obligado y había que cumplirlo porque en ningún momento se salió a competir.

SIN GALONES // Al Villarreal le faltaron galones y medallas de guerra en el pecho para plantarle cara al conjunto bilbaíno, que desciende mucho su ímpetu, y su rendimiento, respecto a cuando lo hace arropado por su afición, pero que mostró mucho más poso que los amarillos en una primera parte muy ligth.

El conjunto de la Plana Baixa apenas inquietó a Iago Ferrerín. Tampoco sufrió pero era el equipo de Marcelino el que estaba obligado a levantar el 3-2 de la ida.

Lo cierto es que con diferentes ingredientes el fútbol del Submarino tenía el mismo molde táctico y la misma compostura, pero se evidenciaba demasiada candidez y escasa peligrosidad en ataque.

Sin embargo, y pese a los numerosos cambios que presentan los amarillos, el error del 0-1 llegó como consecuencia de un balón muy mal defendido por Mateo Musacchio, principalmente, pero con una cobertura deficiente de Eric Bailly. Williams, igual que en Bilbao, ejecutó con mucha facilidad a Mariano Barbosa que no pudo hacer nada.

Los amarillos mostraron escasa capacidad de reacción y siguieron jugando como si el empate le valiera. Muy poca profundidad, cero desequilibrio y una inocencia supina en su fútbol ofensivo.

El balón corría más en horizontal que en vertical, un indicador nítido de como estaba siendo el partido, que se desarrollaba con un conformismo absoluto por los dos bandos, con la diferencia que el Athletic le sobraba para estar en el sorteo de cuartos.

El Submarino alcanzó el descanso ofreciendo muy pocas esperanzas de clasificarse y transmitiendo ganas de marcharse a casa, al cobijo del calor de la estufa, al aficionado que acudió en buen número al Madrigal.

SIN HISTORIA // La segunda parte no tuvo demasiada historia. El Villarreal expuso lo justo para cumplir el trámite del partido de vuelta con decoro y dignidad, pero en ningún momento se tuvo, tan siquiera a tiro una mínima posibilidad de poner un ápice de emoción a algo que más bien llegó a ser 90 minutos de la basura, como se llaman en baloncesto a ese espacio de tiempo en el que no hay nada en juego y se pierde la competitividad. Y eso que la grada del Madrigal tenía ganas de ver a su equipo ganar e ilusión por disfrutar del sueño de la Copa.

MANDÓ EL RIVAL // Con la eliminatoria encarrilada a su favor, todavía fue el Athletic Club el que llevó el peso del partido y disfrutó de las escasísimas ocasiones para marcar de las que dispuso el encuentro. El Submarino exhibió mucha menos intensidad y ganas de voltear el partido que en cualquier entrenamiento de entre semana. La gente empezó a abandonar su localidad antes del pitido final. Hace siete días, y anoche, solo un equipo le dispensó respeto a la Copa: el Athletic. Una eliminatoria sin historia.

Sin lugar a dudas, el Villarreal decidió que el torneo del KO no era su competición en la presente temporada. El sábado vuelve la Liga... vuelve el Villarreal. Anoche tocaba descanso.