Ni el francés Johann Zarco (Yamaha), que tenía encandilado a medio país, perdón, a toda Francia, y a la inmensa mayoría de aficionados, un total de 105.203, que abarrotaron Le Mans. Ni el italiano Andrea Dovizioso, que acababa de renovar, por dos años más y más de seis millones de euros por temporada por Ducati. Ni Jorge Lorenzo, que quería demostrar a Ducati que merecía la renovación y que debían confiar en él dos años más. Ni Andrea Iannone, que le dio la mano al presidente de Suzuki en la parrilla y le prometió el podio. Ni siquiera el italiano Danilo Petrucci, el robusto piloto que aspira a la plaza que Lorenzo dejará, dicen, vacante, en Ducati.

El protagonista, por tercera carrera consecutiva (Austin, EEUU; Jerez, España; y Le Mans, Francia) fue Marc Márquez (Honda), que fue el único que se atrevió, con más calor y un asfalto que agarraba mucho, a montar su RC213V con el neumático trasero duro, que al final del GP le permitió soportar el ataque de todos los que le seguían a más de un segundo.

EL MÁS FUERTE // El español demostró no solo ser el más fuerte con las manos, las piernas, las rodillas, su culo y su cabeza, sino también a la hora de diseñar la estrategia ideal para la carrera.

Para que Márquez ganase con autoridad, antes se tuvo que caer Dovizioso. Y, después, Zarco. Y luego, él, Marc, protagonizar un duelo con Lorenzo hasta superarle, en un interior suicida, precisamente en la curva del Garaje Verde, ahí donde Zarco hizo llorar a medio circuito. Y, una vez líder, Márquez exprimió su sabiduría sobre la moto, sus dotes de mando y, sobre todo, su dura rueda trasera, mientras Petrucci y Rossi trataban de apretarle. Pero, claro, desde el muro del team Repsol Honda su ingeniero le dijo que apretase un poco, pues los italianos de Ducati y Yamaha se le acercaba. O lo intentaban.

El campeón reconoció que en la vuelta 9 de las 27 de que constaba el Gran Premio volvió a protagonizar una de las salvadas made in Márquez, de esas en las que destroza, araña, pela, marca el mono, esta vez en su codo izquierdo, porque la curva 3 («para mí es la 2, pero todos la llaman la 3») es en ese sentido. «Ha sido, curiosamente, en la misma curva donde me caí el sábado cuando estaba probando a tope el neumático duro trasero», indicó Marc.