Cuentan que, el viernes pasado, en Motegi, un autobús salió cargado con algunos de los fantásticos entre ellos, cómo no, Marc Márquez y Andrea Dovizioso, las dos grandes estrellas del firmamento de MotoGP en los dos últimos años, en los que se han repartido, desigualmente, el título y el subcampeonato, llevándose siempre la mejor parte el portento de Cervera (Lleida), que ayer dio otro paso más (o varios a la vez) para que su nombre pase de estar escrito con letras de oro a estarlo en caligrafía de platino.

El caso es que aquel bus iba a una parte del circuito de Motegi donde cientos de fans esperaban a ese puñado de estrellas, no solo para entregarles todo tipo de regalos (a Márquez hasta un caganer suyo, comprado por internet), sino también para hacerse fotos y pedirles autógrafos. Es más, finalizado el encuentro, los pilotos, el que quería, cogían el megáfono y les dedicaban unas palabras.

Terminado el acto, «enternecedor», explicó Márquez, el aún tetracampeón de MotoGP, pasó el aparato a Dovi y, mientras se lo acercaba, le dijo: «Haz una cosa, quédatelo y en la carrera te vas girando de vez en cuando y me cuentas dónde estas, pues me temo que te escaparas». El piloto italiano, que, a día de hoy, sigue siendo subcampeón, aunque deberá vigilar a Valentino Rossi, le lanzó una sonrisa de cómplice, sabedor que todos le daban por favorito. Hasta el campeón.

Lo que no sabía Dovi era que, desde que le venció en Motorland (Alcañiz), Márquez se había puesto la meta de coronarse rey en Japón «ante los peces gordos» de Honda. Ya ni te digo después de ganarle, de nuevo, en Tailandia y que le cuadrasen los números: tenía suficiente con quedar por delante del italiano y, como Dovi iba como un tiro en Motegi, Marc no tenía más remedio que ganar.

EN ‘CASA’ // Así que, en la mañanita de ayer, en un día primaveral, Takahiro Hachigo, presidente de Honda, visitó el box de su fábrica y, tras abrazar efusivamente a Márquez, que, luego, en el corralito, tras la victoria, lo lanzaría por los aires como si fuese papel de fumar, le dijo al oído: «Marc, you need to do it!». Es decir, tienes que hacerlo, necesitas hacerlo.

Lo que no sabrá nunca, jamás, Hachigo, es que Alberto Puig, jefe de Márquez en el box, le cogió, de inmediato, por banda y le dijo «sereno, Marc, sereno, es una carrera más». Pero no, el español había decidido hacer disfrutar a los peces gordos de Honda. La decisión estaba tomada. Se la jugaría. Y se lo dijo al propio Puig, a Emilio Alzamora, su manager, y a Santi Hernández, su ingeniero. Montaría delante un neumático blando pero algo más duro que el de Dovi. Los dos llevarían medio atrás, pero esa pequeña variación delantera sentenció al italiano que, a falta de cuatro vueltas, cuando Márquez le pasó y tiró de él a muerte («lo llevó con el gancho y Dovi se cayó», explicó su hermano Àlex), el italiano acabó rodando por los suelos.

HISTÓRICO // Ya ven, el muchacho al que acusan de demasiado conservador, calculador y de arriesgar poco en su nueva versión 2.0, se proclamó el pentacampeón del mundo más joven de la historia de MotoGP y el heptacampeón más precoz de todos los tiempos a falta de tres carreras, con ¡ocho victorias! y, ojito al dato, ¡13 podios en 15 carreras! Todo eso, a los 25 años. ¿Conservador?

El dominio de Márquez desde que llegó a MotoGP (2013) y rompió todos los récords de precocidad, ha hecho que sea el campeón, bicampeón, tricampeón, tetracampeón y pentacampeón más joven. Y, sobre todo, que ayer solo se hablase de si puede o no alcanzar los 15 títulos de Giacomo Agostini que, a veces, corría solo o contra cinco. Se da por descontado, lo siento, que los nueve cetros de Valentino Rossi son papel mojado, pues Márquez atesora (de momento) siete, con 14 años menos que el Doctor, que lleva nueve persiguiendo el décimo y 25 grandes premios, más de un año, sin ganar una carrera.

La broma del megáfono fue, tal vez, la manera que utilizó Márquez para anunciar a Dovizioso que iría a por él. Il professore, como le llaman en el box de Ducati, se creyó tan fuerte que lideró las 20 primeras vueltas del gran premio, pero, a cuatro giros del final, en la cabeza de Márquez se oyeron las palabras de Hachigo San: «You need to do it!». Y Márquez lo hizo, a su manera. Dando otra lección al profesor.