Lo vendió todo por un sueño y a punto estuvo de perder mucho más por una pesadilla. Y es que Quico Taronjí flirteó con la muerte después de que una enorme ola engullera su kayak trimarán cerca de las costas de Túnez, en noviembre del 2013, una historia que no acabó en tragedia gracias a la pericia marinera y determinación vital de este santanderino de 46 años, experimentado navegante y periodista televisivo al que se puede ver los domingos presentando el programa 'Aquí la Tierra' (TVE-1).

Todo empezó en Sotogrande (Cádiz), un 26 de agosto de ese año. De ahí partió Taronjí rumbo a Estambul: 2.200 millas náuticas en total para cruzar en solitario el Mediterráneo, una aventura que ahora expone de forma descarnada en el libro 'Aislado'. Viaje interior de un náufrago (Ed. HarperCollins) y que empezó siendo consciente de una cosa: «Sabía que si me jugaba la vida, si lo ponía todo al límite, acabaría conociéndome». Y, sí, Taronjí se conoció del todo.

Unas premisas curiosas

«Me lancé a navegar con una embarcación en la que me quería sentir incómodo y frágil». Sí, sí, leen bien: «Incómodo y frágil». Ese era el deseo de este navegante, empeñado por aquel entonces en dar un vuelco total a su vida. Y qué mejor forma de hacerlo que metiendo por medio sus dos pasiones: el mar y la navegación. «Buscaba algo realmente intenso y eso me lo daba esa embarcación, un kayak trimarán a vela que, solo con verlo, ya sabía que me estaba jugando la vida en el mar, pero lo hice como un acto de fe», reflexiona.

Taronjí también quiere dejar claro que el libro no es de navegación, «aunque se navega», ni de autoayuda. «Aunque mucha gente me ha dicho que le ha ayudado a afrontar problemas».

Un visitante extraño

Durante los dos meses largos de travesía, tuvo tiempo de disfrutar de inolvidables momentos, como la visita de curiosos calderones, las puestas de sol y del inmenso cielo estrellado a mar abierto que incluso le brindó la aparición de un OVNI. «No me refiero a un platillo volante con extraterrestres dentro (ríe), sino a un objeto que volaba y que no supe identificar. Era algo muy raro, que hacía un movimiento extraño y que incluso hizo un fogonazo. Y cuando esperaba que desapareciera, volvió por el mismo camino por el que había venido y se marchó. Por eso hablo de un OVNI, pero ni creo ni dejo de creer».

No todo fue tan placentero. Desde luego. Lo que sí le quitó el sueño, y nunca mejor dicho, fue la necesidad de mantenerse despierto en plena noche, por más cansancio que llevara encima, ante el temor de ser arrollado por un mercante. «La alarma del reloj sonaba cada 12 minutos para despertarme. Había calculado que ese era el tiempo que tenía como máximo para evitar una posible colisión, teniendo en cuenta la poca visibilidad nocturna y la velocidad a la que navegan esos grandes barcos».

"La alarma sonaba cada 12 minutos para despertarme en mitad de la noche. Tenía que evitar que un mercante me arrollara"

Periodista y navegante

La vez que estuvo más tiempo sin pisar tierra fue entre Mahón (Menorca) y Carloforte (Cerdeña), un periplo de 200 millas náuticas (unos 370 kilómetros) en el que invirtió 69 horas (tres días), lo que supone un nuevo récord mundial de distancia recorrida de forma ininterrumpida en una embarcación de este tipo.

Otra de las preocupaciones era que en plena tempestad a algún rayo se le ocurriera impactar contra el mástil de fibra de carbono y, también, tratar de fijar el rumbo cuando echaba una cabezadita y soltaba el timón. «Para eso lanzaba por la popa un caldero atado a un cabo, lo que estabilizaba la marcha del kayak. Era como ir sobre un raíl».

Todo se torció el 9 de noviembre, nada más partir de Carloforte. «Era un día extraño, tenía malas sensaciones». Se avecinaba una tormenta para echarse a temblar. Y Taronjí acabó temblando de frío y de miedo. Primero, ya de noche, una ola impactó contra la embarcación rompiendo uno de los patines. La siguiente, de unos seis metros, ya no tuvo piedad. «Sabía que si volcaba, estaba jodido». Pues sí: Aislado (así se llamaba el kayak) y su capitán acabaron volteados.

Cuchillo salvador

Empezó entonces la titánica lucha durante nueve largas horas por mantener a flote la embarcación y no separarse de ella. «Sí, temía por mi vida, pero lo que más me dolía es que era consciente de que mi aventura, a mitad de recorrido, había terminado», recuerda Taronjí, que nunca perdió la fe: «Algo me decía que todo iba a salir bien».

Era solo una intuición porque la realidad, en esos momentos, eran las olas que le sumergían «durante segundos que parecían siglos» y la búsqueda desesperada por encontrar el cuchillo y rajar los botines ya que, llenos de agua, le lastraban hacia las profundidades. Otra enorme ola le lanzó finalmente contra la playa que descubrió por el tacto ya que la noche era cerrada y no se veía nada. Se encontraba en Túnez. Un agujero en una duna evitó que muriera de hipotermia. Su vida sigue siendo el mar.