Kimi Raikkkonen no ganaba una carrera desde el inicio de la temporada 2013. No había ganado desde que volvió a Ferrari, pero el finlandés extrajo su mejor versión para subir a lo más alto del podio en EEUU. Su triunfo y el extraordinario segundo puesto de Max Verstappen retrasan una semana más la fiesta del quinto título para Lewis Hamilton.

Era un circuito para Ferrari, para los coches rojos que mostraron mucho mejor trato de neumáticos que Mercedes. Debía ser el escenario de una victoria de Sebastian Vettel, pero el alemán volvió a liarla, esta vez en un rueda contra rueda frente a Daniel Ricciardo. Vettel había adelantado al Red Bull en la primera vuelta, pero no acabó de controlar bien su Ferrari a la salida de la siguiente curva, unas milésimas que Ricciardo aprovechó para emparejarse por fuera. Vettel no le dio espacio, se tocaron con las ruedas y el alemán acabó trompeando en mitad de la pista hasta caer a la posición 14. Adiós.

«Esperaba algo mejor, no estoy contento, solo por Kimi», reflexionó Vettel, que deambula este año por los vericuetos de los que no sale el grupito de siempre; los Magnusen, Grosjean, Strolz… que van de accidente en sanción. Esta vez el francés se cargó la carrera de Charles Leclerc, y el canadiense (sancionado por la acción) se llevó por delante a Fernando Alonso. «No sé si tengo daños muy fuertes irreparables en el coche, pero es igual, con esta gente no se puede compartir pista», se quejó por radio el español mientras enfilaba el camino a boxes.

Mientras los abandonos -Ricciardo fue víctima de una avería- favorecían la remontada de Vettel, Hamilton solo estaba preocupado de ganar. Raikkonen, con un neumático más blando, se había puesto por delante en la primera curva y el piloto de Mercedes se divirtió de lo lindo intentando adelantar al finlandés a mitad de carrera. Es la gran diferencia con su máximo rival: Vettel sufre en las batallas y suele acabar mal parado, mientras Hamilton se lo pasa en grande.

Tiene que ver con el talento, pero también con el estado de ánimo. Solo hacía falta pasear por la parrilla a 20 minutos del inicio del gran premio. Vettel iba corriendo al baño, al himno… con cara de sufrimiento, mientras Hamilton se desplazaba en patinete repartiendo sonrisas. El sábado, incluso, se permitió el lujo de bajarse del coche en plena clasificación para ir a saludar al oscarizado Matthew McConaughey.

Qué lejos queda aquel Hamilton descentrado del 2009 o del 2011, cuando iba de error en error, de sanción en sanción, de bronca en bronca con su padre, con su novia de entonces, con su mánager. «Después de ser campeón en 2008 todo se vino encima y tardé dos o tres años en cuadrar de nuevo mi vida. La mejor decisión fue abandonar McLaren e irme a Mercedes», repite.

Con Mercedes ha ganado cuatro títulos en cinco años y va camino del quinto. «Me da igual ganar aquí o en Abu Dhabi», explica. A los 33 años, Hamilton disfruta de «cada día de mi vida», incluso cuando no gana. Ahora le basta ser séptimo en México para certificar su nuevo título.