Roberto Merhi ha regresado a la Fórmula 1, aunque no puede presumir ni hablar demasiado de ello. Ni siquiera puede decir para qué escudería trabaja. Su nueva función, al frente del simulador, le impide revelar cualquier tipo de detalle en la evolución de su coche, una función muy importante y desconocida. De hecho, hace dos semanas, mientras el gran circo de las cuatro ruedas levantaba la primera de las carpas del Mundial 2019, en Melbourne, él estaba en la fábrica del equipo X probando los cambios que presentará, este fin de semana, en Baréin.

El piloto benicense ha firmado una supercláusula de confidencialidad que le impide decir qué hace. Toda información que revele, por pequeña que sea, podría suponerle una fuerte multa, el despido incluso..., tal es el nivel de secretismo en la élite. «Lo siento, no puedo decir nada», es la respuesta que suelta una y otra vez. Quitando la gente con la que trabaja, Merhi afirma que «ni 10 personas conocen en qué equipo estoy».

«El año pasado ya hice un examen, junto a otros pilotos, para este equipo, pero no pude compaginarlo [con su carrera] y tuve que rechazarlo. Como saqué tan buena nota, la escudería vino otra vez a por mí», relata sobre su fichaje. Son frecuentes sus viajes desde Benicàssim vía Manises a la fábrica de la sede del equipo, donde prueba evoluciones específicas, cambios, reglajes..., que sus dos compañeros llevarán configurado en sus respectivos monoplazas, ya sobre el circuito. Una labor necesaria, pero de incógnito, en la sombra.

Sin Fórmula 2

Merhi aspiraba a repetir en la Fórmula 2, después de los esperanzadores resultados del año pasado. De hecho, realizó los tests de pretemporada con el Campos Racing, pero sin un apoyo económico importante detrás, empujándole, le iba a ser difícil, por no decir imposible, aspirar a uno de los volantes. Al final, el francés Dorian Boccolacci sí ha conseguido el respaldo para acompañar al británico Jack Aitken a los mandos del Dallara F2 2018, una noticia que Teto recibía el viernes, justo el día que cumplía 28 años.