Solo el Barça había ganado en el Sánchez Pizjuán y solo el Barça parece capaz de sobrevivir al imponente Sevilla de Sampaoli en su fortín, remachando con otro triunfo aquel buen estreno de la competición oficial. La primera victoria encarriló a la conquista de la Supercopa y la de anoche reanimó el alicaído ánimo del equipo, maltrecho del varapalo de Manchester y del pésimo inicio de partido en Nervión.

Fue una reacción de orgullo por el zarandeo al que estaba siendo sometido, y una reacción de prestigio por la oposición de un formidable rival que le volteaba como un juguete hasta que Messi, ese futbolista que crea «situaciones inmanejables para un entrenador» según Sampaoli, cambió el signo del encuentro.

Leo acomplejó al Sevilla y enmudeció al estadio, entregado y motivado igual que siempre, y optimista como nunca por la excelente pinta de su equipo. De la nada anotó el astro el empate, dando una bocanada de aire al Barça, y de la nada creó un ataque que culminó Luis Suárez para rematar una remontada que parecía utópica. Los azulgranas dejaron escapar la goleada, del mismo modo que el Sevilla no cogió suficiente ventaja en sus mejores momentos.

POSESIÓN // Medio partido jugó el Barça en Manchester y medio jugó en Sevilla. El City le levantó el marcador tras pasar por el vestuario y un gol al filo del descanso y así condenó el Barça al Sevilla. En la misma semana observó el once azulgrana lo crucial que acaba siendo la posesión del balón. Quizá no sea un factor decisivo, y eso podría lamentar el Sevilla, que se marchó cabizbajo al vestuario. La reflexión profunda ofrece rápidamente una explicación: el factor Messi. Como el boxeador que se adueña del centro del ring, el Sevilla quiso ganar el centro del campo para edificar desde ahí el control del juego. ¿Cómo lo hizo? Llenándolo de futbolistas. El Barça dio lástima por momentos en el monumental meneo que recibió en el primer tiempo. Hasta que Messi dijo basta ya. H