Posesión, triangulaciones, paredes, pases al primer toque, presión alta…, conceptos que un día fueron los dogmas sobre los que el Barça edificó su iglesia futbolística y que los fieles habían ido olvidando. Todo ello volvió al Camp Nou con la intensidad de una borrasca cantábrica en el primer partido de la era Setién. Agarrado a esos principios recuperados, el equipo azulgrana doblegó al resistente Granada en un encuentro en el que tal vez, solo tal vez, lo de menos fue el resultado. El triunfo por la mínima, 1-0, puede parecer menor, pero la ovación que el Camp Nou tributó a los suyos revela que los aficionados vieron algo, cuanto menos, prometedor.

Hay quien se ha empeñado en vender a Setién como un esteta irreductible. Acaso para contradecirlos, el técnico dispuso de salida un once de esos que hacían asomar las horcas en la época de Ernesto Valverde, con Sergi Roberto en el lateral derecho, Umtiti acompañando a Piqué en el centro de la zaga y Rakitic y Arturo Vidal como interiores. La presencia de Ansu Fati en la izquierda del ataque, casi obligada por las ausencias de Suárez y Dembélé, era la única noticia novedosa a la que podían aferrarse quienes esperaban una revolución.

Pero en cuanto empezó el partido se vio que quizá sí habría más argumentos a los que agarrarse para mantener viva la ilusión. Armado de paciencia, el Barça se aplicaba en el nacimiento de las jugadas y conseguía casi siempre una salida limpia, gracias en buena medida a la posición de Sergi Roberto, que se alineaba con los centrales y permitía a Busquets recibir un poco más adelantado y jugar en corto como en sus mejores tiempos. Se diría que Setién había prohibido a sus jugadores rifar la pelota y ello, sumado a una presión ejecutada con ganas de agradar al nuevo técnico, generaba una posesión abusiva como no se veía desde la última proyección de El exorcista.

El reverso sombrío de este dominio casi tiránico sobre el balón era el magro saldo de ocasiones de gol. Con Jordi Alba y Ansu Fati funcionando como extremos y Messi y Griezmann ofreciéndose con libertad por el centro del ataque, el equipo insinuaba muchas cosas sin concretar nada.

Cambiaron poco las cosas tras el descanso. Los locales seguían monopolizando la pelota pero el juego se diluía cuando llegaba a las inmediaciones del área del Granada, que en su único disparo a puerta, estrelló la pelota en el palo, Entre los minutos 69 y 70 ocurrieron dos cosas importantes. Primero, el Granada se quedó con 10 futbolistas después de que Germán viera la segunda amarilla por una falta sobre Messi. Y a continuación, el técnico montañés hizo entrar a Riqui Puig. Y fue el chaval de Matadepera quien inició la jugada del gol después de robar un balón en la punta izquierda del ataque. Lo que siguió fue una pequeña obra de orfebrería al primer toque por Busquets, Messi, Griezmann, Vidal y de nuevo Messi para batir a Rui Silva. No hizo falta mucho más para cerrar el partido.