Nadie conoce realmente a Messi. Ni siquiera ahora cuando acaba de comenzar a lo grande su 15ª temporada en el Barça. Da la sensación, certificada además con los hechos (dos goles, dos balones al palo, cinco ocasiones creadas, seis regates con éxito de seis intentos frente al Alavés) de que no hay día en que se reinventa. Caminó como siempre (fue el que menos corrió, claro) y jugó como siempre. Suyo fue el gol 5.000 del Barça en la Liga (2009), suyo ha sido también el 6.000 (2018). Suyo es el Barça.

No hay manera humana de descifrar al 10, un tipo en permanente mutación táctica, acostumbrado como está a conocer cada rincón de su jardín en el Camp Nou. El ecosistema perfecto para un «genio», como lo definió Valverde. Fuera del templo azulgrana, hace mucho frío para Leo. Tanto que ha aparcado a Argentina hasta nueva orden. Quizá no vuelva más a la selección, cansado como está de ser un perdedor cuando se viste con la albiceleste.

EN SU ZONA DE CONFORT // En el Barça, en cambio, todo fluye. Es su zona de confort, aunque no para de introducir matices nuevos a su inacabable catálogo. Han pasado ya tres lustros después de su estreno en Montjuïc cuando suplió a Deco. Tres lustros en los que no ha dejado de sorprender a diario. No se aburre. Ni aburre jamás. No repara en nada, tomándose cada partido como si fuera el más trascendente. Tenga glamour o sea un desangelado debut de Liga, en pleno agosto, con media entrada en el Camp Nou.

Él va a lo suyo. Lo suyo, una vez asumido que el sueño de alcanzar el Mundial es utópico, es transformar cada encuentro en algo distinto. Incluso los que están con él a diario ponen cara de asombro. Por muy rutinaria que sea su genialidad, que lo es (nueve Ligas llevan su firma), hay aún territorio inhóspito para descubrir la sorpresa. Leo Messi disfruta de todo, conectado, además, con el sentido común que transmite Valverde, uno de los técnicos que mejor lo ha entendido.

EL ARTE DE LAS FALTAS // A Leo le da igual jugar junto a su amigo Suárez en un 4-4-2 con Paulinho (curso uno con el Txingurri) que ubicarse inicialmente como extremo derecho en el 4-3-3 con Dembélé (curso dos). En realidad, el sistema es Messi. «Ve cosas que no ve nadie», dijo el técnico tras su antológica exhibición ante el Alavés. Ve cosas que nadie ve. Ni verán. Su gol de falta, no por ya descubierto la pasada temporada ante Bounou, el meta del Girona, generó otra ola de admiración.

«No tenía ni idea por dónde iba a tirar la falta», confesó Valverde. Tampoco Pacheco, el portero del Alavés que completó un gran partido, lo sabía. «Da igual que saltes o no. Él ya vio que en la primera falta», recordó Abelardo en alusión al disparo que repelió el larguero, «habíamos saltado. Pero da igual. Es muy listo», subrayó el asturiano. «Es una bendición verlo jugar», admitió después.