Quizá esté viviendo Leo Messi sus últimos meses en el Barça. Él ya se fue el verano pasado, como quedó debidamente documentado en el burofax, rápidamente enviado a la papelera del Camp Nou.

Quizá esa cuenta atrás, ejecutada por el astro, ya no tenga punto de retorno alguno en un club desintegrado donde manda, y de forma circunstancial, por encima incluso de los plazos legales, Carles Tusquets, presidente de la Comisión Gestora. Messi anda metido en un túnel al que no le adivina fin. Ni le atisba salida. Digiriendo en silencio la primera expulsión de su carrera con el Barça, que le puede costar entre 2 y 4 partidos de sanción.

No hay día tranquilo para el capitán en lo que puede ser ¿su último año? en el Barça. Vive en una inacabable montaña rusa de emociones, que le terminan enviando, muy a su pesar, casi siempre al peor de los escenarios. En agosto, fue el burofax; en septiembre tuvo que arrancar un proyecto nuevo, con Koeman en el banquillo, abriendo la puerta de un vestuario desconocido hasta para él, desgajados sus dos grandes pilares: Luis Suárez y Arturo Vidal.

Se veía y se sentía como extraño en un lugar que ha sido su hogar durante los últimos 16 años. Meses otoñales de duelo futbolístico en la penumbra de un silencioso y fantasmagórico Camp Nou, cerrado desde hace casi un año por la pandemia.

Cuando creía haber superado esa orfandad, Messi notó unas molestias musculares en Granada, justo en el momento en que estaba siendo lo más cercano al Messi que él reconocía. Apenas cuatro goles en las 10 primeras jornadas ponían cifra al aire depresivo que desprendía su fútbol. Y su rostro. Luego, reanimado por la alegría juvenil de Pedri, reaccionó con siete tantos en siete jornadas, la prueba de que el cambio había llegado.

Malas señales

Pero el bíceps femoral de la pierna izquierda le envió, otra vez, malas vibraciones en Los Cármenes. Ya no pudo jugar la semifinal contra la Real y forzó al máximo para estar en la final. Una final que le devolvió, de nuevo, al túnel. No solo porque no estuvo lúcido, a pesar de que fue clave en la jugada del 1-0 de Griezmann sino porque acabó siendo expulsado. Vio Leo la cartulina roja 753 partidos después de su debut en el Barça.

Ni ganas tuvo el capitán para perder el tiempo en protestar esa acción, chequeada por el VAR después de que Gil Manzano no la viera inicialmente. Se fue Messi en silencio, tocándose la dañada pierna izquierda, retrato de la frustración que le envuelve en este que quizá sea su último viaje con la camiseta azulgrana.

Eran los segundos finales de una prórroga donde no se le vio, zarandeado como quedó el equipo por el gol de Villalibre (2-2) en el último suspiro del partido y la obra de arte posterior de Williams (2-3), que le arrebató al Barça la Supercopa de España, que ya tenía en su mano. Y prolonga así su travesía de casi dos años en blanco, perdiendo quien sabe si el trofeo que tendrá más cerca en toda esta extraña y convulsa temporada donde el equipo, que ya tenía asumido desde hace meses que no sería el que fue, sigue sin saber si algún día llegará a ser realmente eficaz y solvente. A Messi, sin embargo, el tiempo ya no le espera. Corre en su contra.

De 2 a 4 partidos de sanción

Se metió en el vestuario de La Cartuja enfadado consigo mismo, consciente de que habían desperdiciado una ocasión para lanzar un mensaje, por tímido que fuera, de esperanza al desconcertado pueblo culé. Ahora, la estrella se expone a una sanción de entre dos y cuatro partidos de sanción si Carmen Pérez, la jueza única del Comité de Competición, sigue la redacción del acta arbitral de Gil Manzano.

"Golpeó a un contrario con el brazo haciendo uso de una fuerza excesiva estando el balón en juego, pero no a distancia de ser jugada", argumentó el extremeño. Sanción que cumpliría en Copa (jueves en Cornellà) y Liga (visita al campo del Elche el domingo). Aunque el verdadero balón que anda en juego es el futuro de Messi. Ahora sí, es el único dueño de su destino.

"Los grandes jugadores como Messi siempre estarán en nuestra lista", reveló ayer Leonardo, director deportivo del Paris SG, a la revista France Football. "Estamos sentados en la mesa, nuestra silla está reservada...". Desde hace meses, Neymar envía señales de luz al oscuro túnel que transita Messi.