Una de las peores enfermedades que puede introducirse dentro del vestuario de un equipo de fútbol, es el acomodamiento. Cuando crees que lo has hecho todo y no tienes ambición de progresar, empiezas a ser peor en tu profesión. El Villarreal CF es un club propenso a padecer esa enfermedad. No posee la presión social ni mediática de otros equipos con presupuesto o estatus similar en Primera, incluso que algunos de estrato inferior en la clasificación habitual de LaLiga.

El trato con el futbolista es exquisito y se pone a su alcance todo para que pueda rendir al máximo. Existe más presión de puertas para adentro que hacia afuera. Uno de los grandes problemas de la pasada temporada, y sobre el que llegaron a la conclusión el cuerpo técnico y los que dirigen el Villarreal, fue la falta de competitividad y la sensación de haber generado una clase acomodada dentro del vestuario.

La profunda reestructuración de la plantilla ‘grogueta’

El consejero delegado, Fernando Roig Negueroles, sin hacer ruido, con el sigilo y, en ocasiones, la excesiva discreción con la que lleva los asuntos del club, se puso manos a la obra. Con inteligencia, raciocinio y tranquilidad fue gestando la reestructuración de la plantilla. Siempre con las ideas muy claras y sabiendo lo que se pretendía. Poco a poco fueron saliendo jugadores y regenerando el vestuario. Se analizó el perfil humano de los que iban a llegar, al margen de su calidad como futbolistas. Se necesitaban líderes positivos y Raúl Albiol estaba destinado a ser uno de ellos, junto con el núcleo duro del vestuario formado, entre otros, por hombres como Manu Trigueros, Vicente Iborra o Santi Cazorla; también se podría incluir a Mario Gaspar en ese grupo, pese a que no estuvo ni próximo a su mejor nivel la pasada temporada. El de Novelda ha regresado de vacaciones más enchufado que nunca.

Mayor dosis de autoridad del líder del cuerpo técnico

El propio entrenador continuó con el cambio en su forma de actuar que inició con su regreso al club, después de su destitución. Más maduro también y vigilante de que se cumplan las reglas a rajatabla. Pero para imponer su autoridad, necesitaba una mayor competencia en el plantel.

De los entrenamientos relajados y con menos intensidad del año anterior, se ha pasado a vivir sesiones de trabajo que parecían finalísimas. El propio Javi Calleja, junto a su segundo Quique Álvarez o el preparador físico Pepe Romero, como cualquiera de los asistentes, no paran de incentivar esa agresividad e intensidad en los entrenamientos. Incluso con ciertos momentos de tensión entre futbolistas, producto de cómo se vive el trabajo, dentro del excelente ambiente que se respira en el vestuario pero que no está reñido con la ambición de ganarse la confianza del entrenador y un sitio en el once.

Intensidad hasta el minuto 90: prohibida la relajación

El hambre de ganar y de autovenganza por lo que sucedió la temporada pasada, se percibe en cada sesión y partido de pretemporada. Un ejemplo es el amistoso contra el Augsburgo. El Villarreal ganaba holgadamente y dominaba el partido al descanso... pero, en la caseta, los jugadores se conjuraban gritando que había que marcar más goles y no relajarse. Más de lo mismo en Kufstein contra el Colonia, un partido disputado en condiciones adversas con una gran tormenta de agua y un terreno de juego encharcado. Era un amistoso de pretemporada, pero nadie se reservó ni relajó, cuando lo más normal hubiera sido tomárselo como una pachanga para no asumir riesgos. En el Villarreal todo el mundo va al límite. Y para ganar, hay que emplearse siempre al 100%.

Los efectos positivos de la reivindicación individual

Futbolistas como Carlos Bacca, quien ha vuelto con unas ganas locas de ganarse un sitio y sobre quien existían algunas dudas, es uno de las agradables sorpresas de la pretemporada. Otro jugador cuya actitud y rendimiento están gustando es Dani Raba. El cántabro parece más centrado y está trabajando a fondo en cada sesión y su calidad innata está brillando, si bien podría salir cedido. Más de lo mismo Víctor Ruiz, quien vuelve a ser el de sus primeros años en el Villarreal. La mejoría individual ha incidido en la mejora del grupo, por lo menos en estos primeros compases de la pretemporada.

Máxima competencia para elevar el rendimiento global

Calleja lo controla todo. Está muy encima de los detalles. Da libertad al futbolista, pero exige. Y su gran virtud es que, de momento, no se casa con nadie. El trato es igual con los más veteranos que con los jóvenes cuando de exigencia se trata. Es cierto que la llegada de Rubén Peña, Raúl Albiol, Alberto Moreno, Pau o Moi Gómez, porque Zambo Anguissa acaba de aterrizar, ha estimulado el rendimiento de sus compañeros. La competencia los ha hecho mejores a todos y ha elevado el rendimiento global.

Un vestuario distendido pero a la vez responsabilizado

Ha cambiado hasta el ambiente. Distendido y con cabida para las bromas de las que no se escapa ni el jefe Raúl Albiol, pero también con un comportamiento general más serio y responsable. El grupo es muy vigilante de su intimidad y celoso de ella. El pasado lunes, el equipo disfrutó de descanso matinal y se organizó una comida en un típico restaurante tirolés. El míster dio libertad para que sus futbolistas disfrutaran de unas horas de asueto. Nadie colgó fotos de la comida en las redes y todos regresaron al hotel de concentración tras ella, a pesar de que podían disfrutar de más tiempo libre. Tampoco se dieron las novatadas a los recién llegados de la pasada pretemporada. Es como si todo el mundo pensara que lo que toca ahora, tras una campaña como la que concluyó con la amenaza del descenso hasta la penúltima jornada, es trabajar y ganar para todos. Nadie retrasó su vuelta e, incluso, un grupo de jugadores, liderado por Cazorla, decidió coger la bicicleta y dar un pequeño paseo por la zona.

Concentración ‘familiar’ para preparar la temporada

El hotel Panorama Royal ha sido una pequeña familia grogueta. Unas instalaciones sin lujos ostentosos, pero cómodas y con un trato muy familiar por parte del personal, en un paraje espectacular del Tirol austriaco. Calleja tomó con inteligencia las riendas, soltando y apretando. Por cierto, la escena de todos los futbolistas dirigiéndose al entrenamiento en bicicleta ha sido una de las imágenes de la temporada y que más ha llamado la atención de los turistas de la zona.

El Submarino vuelve a ser un equipo con hambre. Todo parece igual y todo es muy distinto. La metamorfosis del Villarreal.